“Los autores de cómic debemos dar la batalla por el libro de papel”
Ella tiene 31 años y con solo dos obras ya es una exitosa autora de novela gráfica en un país, Reino Unido, sin gran tradición en el arte de la historieta. Él nació hace 46 y lleva dos décadas triunfando en Francia, meca europea de la viñeta. Y ambos, Isabel Greenberg y David Sala, habitantes de un planeta invadido cada vez más por las pantallas, coinciden en que sin libro de papel no hay cómic. “Me interesan las posibilidades de la tecnología para incorporar sonido o movimiento, pero eso ya no es una novela gráfica, es otra cosa”, apunta Greenberg. “Los autores y la sociedad deberíamos dar la batalla para defender el libro, el trabajo en papel. La supervivencia de este medio tan rico pasa por que los adultos les enseñemos a los más pequeños las capacidades que tiene”, añade Sala.
Greenberg y Sala son dos de las figuras que han aterrizado esta semana en A Coruña para participar en la 22º edición del salón Viñetas desde o Atlántico, la gran feria de la historieta que promueve el ilustrador gallego Miguelanxo Prado todos los meses de agosto desde 1998. No se conocían en persona pero EL PAÍS los ha reunido para dibujar los desafíos que afronta un oficio por el que confiesan haberse sentido atraídos desde que eran niños.
Sala sostiene que el cómic “está mucho más valorado hoy” que cuando él empezó, y ha ganado peso en las escuelas de arte: “Estamos en el buen camino”. Los jóvenes caen en brazos cada vez más de esta disciplina, como autores y como lectores, concuerda Greenberg, pero alerta del “peligro” de que “se convierta solo en un acercamiento visual y que se olviden de la narrativa”. Sala se muestra optimista: “El cómic puede coexistir con los vídeos o los videojuegos porque es un medio rico que sigue creciendo y que tiene todas las posibilidades para sobrevivir”.
Su promoción en las aulas, insisten ambos, es la tabla de salvación. Greenberg señala que en Reino Unido el «respeto» y la afición a los cómics está creciendo pero «ayudaría mucho que se incluyera en los currículos escolares». «En mi país está considerado más un género que un medio para transmitir», lamenta. «En las tiendas de libros están todos [los cómics] juntos, los de superhéroes al lado de las biografías, por ejemplo. No tiene sentido, un cómic sobre una obra de Stefan Zweig debería estar con todo lo de ese autor«.
El ejemplo puesto por Greenberg se refiere a la obra más aclamada de Sala, publicada en 2017: la adaptación al cómic de El jugador de ajedrez, el grito contra el nazismo que escribió en 1941 el escritor austríaco Stefan Zweig antes de suicidarse junto a su esposa en Brasil. El dibujante francés cuenta que en este trabajo fue donde comprobó las amplias posibilidades expresivas del cómic, ya que fue capaz de encontrar en las viñetas “respuestas narrativas a problemas literarios”.
Se perciben movimientos tectónicos en la base del sector que la industria aún no refleja. Greenberg, que con Las cien noches de Hero le dio la vuelta en 2017 al elenco tradicional de personajes femeninos dominado por princesas guapas y estúpidas, imparte clases de ilustración con un 90% de alumnas y dice codearse habitualmente con colegas de ambos sexos. Esos avances en paridad, recuerda Sala, no impidieron que en 2016 el festival más prestigioso de Europa, el de Angulema, presentara una lista de 30 nominados en la que no había ni una sola mujer. Tuvo que dar marcha atrás ante el escándalo.
Tanto Greenberg como Sala darán un giro a su travesía por el universo del cómic con sus próximas obras. La británica ya la tiene terminada, pero todavía no la ha podido acariciar con sus manos. Y lo está deseando. Tras sus dos primeras creaciones sobre mitos y leyendas, esta vez aborda una historia basada en hechos reales: la infancia de las hermanas Brrontë y el mundo imaginario que ellas inventaron. “Es mi libro más ambicioso tanto desde el punto de vista narrativo como gráfico”, avanza.
Sala tiene en mente “un proyecto aterrador”, según sus palabras. Se adentrará en la creación autobiográfica, relatando la huida de sus abuelos españoles de la dictadura franquista: “Tengo ganas de contar esta historia, pero confieso que me genera mucho respeto”.
FUENTE: EL PAÍS