Es tiempo de volver sobre el ‘fascismo eterno’ de Eco

El 19 de febrero se cumplió un lustro del final de la vida del semiólogo, filósofo y escritor italiano Umberto Eco. Desde sus artículos y escritos sobre semiótica, de alta reputación académica, hasta su famosa novela El Nombre de la Rosa de ambientación medioeval, su reconocimiento creció en el mundo pese a que sus otros grandes títulos, entre ellos, El Péndulo de Foucault y La Isla del día antes, dividieron la crítica y no alcanzaron altas cuotas de aceptación, sin olvidar que antes de la novela estuvo el ensayo, con trabajos tan importantes sobre cultura de masas, como Apocalípticos e integrados. Su legado es meritorio y aparece como un referente indiscutible en los ámbitos de la cultura política y filosófica.

Eco fue invitado en 1995 a dar una conferencia en la Universidad de Columbia, titulada ‘El fascismo Eterno’. Sus conceptos resuenan en nuestros días con plena vigencia y llegan a la medida de lo que ocurre en estos tiempos. Para Eco, “detrás de un régimen y de su ideología hay una manera de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y pulsiones insondables”.

Su discernimiento de mayor valor consiste en identificar características de ese fascismo eterno o ur-fascismo como lo denomina, tanto en los discursos apasionados de la izquierda radical como en las proclamas de la derecha furibunda. “A pesar de esta confusión, considero que es posible elaborar una lista de características. No pueden quedar encuadradas en un sistema: muchas de ellas se contradicen mutuamente y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas está presente para hacer coagular una nebulosa fascista”. El filósofo enumeró 14 características que agrupo y resumo aquí.

Actualidad de la conferencia

El fascismo rinde culto falazmente a la tradición: “la verdad ya ha sido anunciada de una vez por todas”. En lo declarativo exalta esa tradición, pero en la práctica la deshonra. Por estos días resurge con las apariencias más inocentes, utilizando eufemismos para expurgar su verdadero carácter. Mientras tanto idolatra el tradicionalismo que es un vicio y se opone a las reformas realmente incluyentes.

Las dos vertientes recurrentes del ur-fascismo, tanto en lo nacional como en lo internacional, utilizan la alienación posmoderna y saturan los espacios mediáticos, pero, rechazan la cultura moderna. Practican el irracionalismo, la acción por la acción, consideran que “pensar es una forma de castración”. “La ideología nazi se basaba en la sangre y en la tierra”, por eso es frecuente en la dialéctica de las extremas oírlas reivindicar los contornos geográficos, el latifundismo improductivo, los dintornos sociópatas excluyentes, la pacha mama como propia y los regionalismos hirsutos.

El fascismo eterno, sostiene Eco, practica el sincretismo acrítico. El desacuerdo es traición. El desacuerdo se expresa como miedo a la diferencia. El desacuerdo es signo de diversidad. El fascismo eterno maneja un clasismo obsesivo o un igualitarismo falso y absoluto. Es racista por definición. El fascismo eterno con sus variantes neopopulistas de izquierda y derecha en la contemporaneidad surge de la frustración individual o social que procura con su actuación política.

A las gentes sin identidad social, el fascismo eterno les dice que su único privilegio es haber nacido en el mismo país. Por tanto, la xenofobia les viene muy bien. Las extremas fascistas practican un nacionalismo elemental y patriotero. La defensa de la cuestión nacional no les importa si la potencia de turno entona trinos complacientes. La proclama neopopulista estimula la fragmentación y la polarización para luego reclamar la falsa unidad moviéndose entre la oporofobia y la “oporofilia” retór. El fascismo eterno define en forma alterna al enemigo como muy fuerte y/o como muy débil.

El fascismo eterno gusta de la guerra permanente. No hay lucha por la vida, sino, “vida para la lucha”. El pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Los neofascismos son expresiones maquilladas del fascismo eterno. Practican un elitismo de masa que esencialmente desprecia a los débiles. No pueden evitar predicar un “elitismo popular”, un aspecto típico de las ideologías reaccionarias incluido el oportunismo de izquierda, donde se manipulan elecciones por la izquierda extrema (cinismo madurista) y la derecha radical. El partido comunista es eterno como el partido popular nacionalista, es el fascismo eterno.

Detrás de un régimen y de su ideología hay una manera de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y pulsiones insondables

 

Tanto en el modelo tradicional como en las expresiones modernas, en la ideología ur-fascista como la llama Umberto Eco, el heroísmo es la norma. Últimamente pululan los héroes exaltados en las redes. No es una coincidencia que el lema de los falangistas fuera: “Viva la muerte”. El héroe fascista, como el caudillo neopopulista, aspira a la muerte. Y en su impaciencia por morir, todo hay que decirlo, sostuvo el filósofo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás.

El neofascista transfiere su voluntad de poder a las cuestiones sexuales. La crónica feminicida de las guerrillas y los paramilitares da buena cuenta de esta aberración delatora. Las dos variantes neopopulistas son machistas, lo cual significa desdén hacia las mujeres y condena de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad.

La aproximación del profesor de semiótica sobre el fenómeno populista de izquierda y de derecha es certera. Los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y el pueblo se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la “voluntad común”. Como ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Los ciudadanos son llamados sólo a desempeñar el papel de pueblo, como una ficción teatral. Parodiando a nuestro escritor en comento, ya no necesitamos la tribuna de Mussolini en Piazza Venecia o la explanada de congresos del nazismo en Nuremberg, ahora se trata de un asunto “internético”, donde la respuesta de un grupo espontáneo o conformado dentro de lo que parece un “mercenarismo en la nube”, puede ser presentada o aceptada como “la voz del pueblo”.

Ojo al 2022

El fascismo de izquierda y de derecha pretende volver a la palestra. Cuando observo las fuerzas neopopulistas de izquierda y de derecha defendiendo posiciones extremas, llamando a la nación a rodear a uno u otro “héroe”, cuando aprecio la desaparición de líderes ambientales y sociales, cuando veo la angustia de los jóvenes sin empleo y la frustración como caldo de cultivo, cuando registro el cierre de talleres y pequeños comercios, tomo conciencia acerca de que Colombia necesita abrir los ojos para favorecer procesos que alienten la libertad, la paz, el empleo y el aislamiento de las extremas. Hago propicia la ocasión y me valgo de la poesía de Franco Fortini, con la cual Umberto Eco cerró su magistral conferencia del 24 de abril de 1995 en Nueva York:

En el pretil del puente / Las cabezas de los ahorcados. / En el agua de la fuente / Las babas de los ahorcados. En el enlosado del mercado / Las uñas de los fusilados. / En la hierba seca del prado / Los dientes de los fusilados. Morder el aire, morder las piedras / Nuestra carne no es ya de hombres / Morder el aire, morder las piedras / Nuestro corazón no es ya de hombres.

Pero nosotros lo leímos en los ojos de los muertos / Y en la tierra haremos libertad / Pero apretaron los puños de los muertos / La justicia se hará.

 

FUENTE: EL TIEMPO