“La literatura es un arma formidable contra la soledad” Entrevista a Nicole Krauss
Nicole Krauss (Nueva York, de 44 años) forma parte de un grupo de narradores contemporáneos de distintas latitudes (Rachel Cusk, Karl Ove Knausgard, Ben Lerner) que se muestran interesados por indagar en los intersticios entre autobiografía y ficción. Junto a temas como la memoria y la soledad, Krauss le presta importancia a la cultura judía. Autora de cuentos que han aparecido en The New Yorker, en su primera novela, Llega un hombre y dice (2002), muy influida por Don DeLillo, indagó en los efectos de la pérdida de la memoria y el intento artificial por recuperarla. El libro fue bien recibido, aunque el reconocimiento a escala internacional le llegó con La historia del amor (2005), un contrajuego de espejos narrativos con remedos austerianos en el que varias historias personales se entrelazan alrededor de un manuscrito que se creía perdido.
Las preocupaciones de Krauss sobre las posibilidades y los límites de la ficción se perpetúan en La gran casa (2012) y En una selva oscura (2017), recientemente publicada en España por Salamandra. Entre ambas obras, se produjo también su sonada separación del escritor Jonathan Safran Foer; juntos formaban una pareja muy relevante en el mundo literario neoyorquino. Krauss cita a EL PAÍS en su casa de Brooklyn Heights para hablar de su última novela, que sigue de manera alternativa los pasos de dos personajes emblemáticos de la alta sociedad judía neoyorquina que gozan de gran éxito. Pese a esto, ambos se sienten perdidos y buscan una salida a su situación huyendo a Israel.
Pregunta. Resulta llamativo que empiece su novela preguntándose qué sentido tiene escribir ficción en nuestros días.
Respuesta. Cada vez que empiezo una novela entro en una crisis muy profunda. Me pregunto por qué no hago algo de más utilidad para el mundo. ¿Qué valor tiene esta extraña ocupación que exige estar aislada en una habitación, reflexionando sobre la vida? En cada novela ofrezco una respuesta distinta de esa pregunta.
P. En una selva oscura llegó tras un silencio de casi seis años. ¿Cuál es su origen?
R. Siempre me muevo en una nebulosa, en la que el acto de la escritura es algo orgánico que me permite experimentar con los personajes. En este caso, los protagonistas empezaron a cobrar vida por su cuenta y decidí estudiarlos. Son las caras opuestas de una moneda y aunque sus historias ocupan el mismo territorio físico y metafísico, sus trayectorias nunca se llegan a cruzar.
P. Los dos son judíos que un día dejan Nueva York para iniciar una búsqueda personal en Israel.
R. La novela es un intento por ver cómo se construye narrativamente el yo, un intento por romper las restricciones que imponen sobre la realidad las leyes de la narrativa. Hay dos planos, el individual y el colectivo, en este caso la historia del pueblo judío. Me interesaba situar la pregunta esencial sobre la construcción del yo en dos puntos geográficamente apartados, Nueva York e Israel. Me interesaba Israel y su gente porque es una sociedad muy joven y como tal era el laboratorio perfecto para mis personajes.
P. ¿Qué escritores han sido importantes para usted?
R. Philip Roth, a quien empecé a leer con 12 años y de quien tuve el inmenso privilegio de ser amiga durante los últimos 10 de su vida. Me interesa su idea de la escritura como lucha, su negativa a aceptar lo que se considera aceptable, su pasión. Me fascina David Grossman por su ternura, su imaginación y compromiso con la vida. Y me interesa mucho la manera que tiene de abordar la escritura del yo Rachel Cusk.
P. La sensación de irrealidad es uno de los rasgos que impregnan la prosa de En esa selva oscura, como cuando Nicole llega a su casa y tiene la impresión de que ya se encuentra allí.
R. La vida está llena de disyuntivas y desdoblamientos así, ecos de momentos en que decides ir en una dirección y todo gira en torno a ello, pero siempre queda la sospecha de que si hubiéramos efectuado el giro en sentido contrario todo habría sido distinto, y eso deja el eco de una sospecha que nunca se disipa del todo, lo cual me lleva a algo que me interesa mucho, que es la idea del multiverso.
P. ¿Qué es exactamente?
R. La hipótesis de que el big bang no dio lugar a un solo universo, sino a muchos. Hay mundos distintos que tienen propiedades totalmente distintas. Se nos enseña a aceptar una visión única de las cosas, pero habría que preguntarse qué sucede si ponemos eso en cuestión
P. La soledad ocupa un lugar destacado de En una selva oscura.
R. Todas mis novelas guardan relación de un modo u otro con el hecho fundamental de la soledad. En ellas busco cómo romper el círculo del yo y acceder a otros. La literatura es un arma formidable en ese sentido por su capacidad de empatía. Nos brinda la oportunidad de penetrar en otras almas y en otras vidas y sentir que son las nuestras.
P. Su libro es también una exploración de los mecanismos que rigen la memoria.
R. Mi primera novela contó la historia de un hombre que pierde la memoria y tiene que reconstruirla. Sabemos por los expertos en neurociencia que la memoria no es una réplica de lo que ocurrió, sino una reinterpretación de los hechos. Recordamos en función de nuestras necesidades y lo que necesitamos son historias coherentes, no la verdad. Vivimos bajo el peso de la memoria, bajo el peso de la Historia tal y como se nos ha contado y a mí me interesa ver qué sucede cuando ponemos eso en entredicho.
P. Sus planteamientos sobre la relación entre memoria y ficción remiten a W. G. Sebald. ¿Fue importante para usted?
R. La sombra que proyecta Sebald sobre el mapa literario actual es ineludible. Modeló una voz narrativa que trasciende los límites de la autobiografía para ponerse al servicio de la realidad histórica y la imaginación. Su influencia llega a las generaciones de escritores más jóvenes, que se ven obligados a afrontar la crisis de la escritura. ¿Cuál es el papel de la literatura en un momento en que Internet está infestado de historias sobre el yo? ¿Cuál es su especificidad? ¿Qué puede proporcionarnos?