Recorrer las calles de París en este libro

Ese escritor está en París, y camina, mucho. Paso los días caminando. La rue Saint-Honoré, los Jardines de Luxemburgo, Mouffetard, y cada noche, mientras me fumo el último cigarrillo, la angosta Rue de Lille.

Un día de esos en los que casi cuenta los pasos ve a una mujer extraña, dos veces en muy corto tiempo, y se va detrás. Eso pasa en las páginas de Bajo el suelo de París, el primer libro de Andrés Obando.

El libro se publicó a finales de diciembre. Todavía no tiene fecha de lanzamiento en Medellín, pero será pronto, sin embargo puede conseguirse en línea. FOTO Edwin Bustamante

El relato tiene que ver con su vida: Andrés vivió en la Ciudad Luz, esa que ha sido musa para los escritores. Por allá pasaron Cortázar, Vargas Llosa, Mutis. Allá fue donde García Márquez vio pasar a Ernest Hemingway. Estaba el bulevar de Saint Michel, iba en la acera opuesta, pero no le dijo nada, porque entonces no era más que alguien en proceso, desconocido.

Andrés escogió las calles por las que pasó y las llevó a ese libro que es, entre muchas cosas, un viaje corto por esa urbe. Y aunque sabía que por supuesto es un cliché un escritor en París, no por eso iba a dejar de inventarlo. Incluso tenía miedo, pero era el personaje que le interesaba, el que sentía cercano para que persiguiera a la muchacha de flequillo. Entonces se lanzó. No me quejo. Al fin de cuentas lo que quiero es escribir. Parece una bobada, quizás lo es, pero por eso estoy en esta ciudad.

Ese camino

Es el primer libro que publica, aunque ya tiene otros en camino. Hay una novela en la que está hace cuatro años, por ejemplo, a la que vuelve, corrige, y vuelve. En esa estaba antes de Bajo el suelo de París, y la abandonó un rato porque un día puso esa primera frase y debió seguir, y bueno, terminó caminando en estas otras letras.

La idea de Bajo el suelo no estaba desde el principio, fue apareciendo. Tenía claros ciertos elementos, como que no quería que fuera una historia de amor, aunque a veces parezca. No lo es. Ya era suficiente lo del autor en París, dice, para que además fuera romántica. Quería que esa mujer apareciera otra vez y no planeó el final. También pensó que quería una novela con más personajes y más diálogo, pero no le funcionó. Quedó sí la forma, el tono: un relato mental, es como si ese hombre fuera contando lo que va pensando. Es un personaje, precisa el autor, que se está inventando. Es una pelea interna consigo mismo. ¿Hablarle a la muchacha? Si le habla la pierde, quizá. O no. Soy bueno para armarme películas. Y si es una espía, entonces sabe que la sigo, y también que no soy más que un escritor fracasado. Pasa justo en la página 29, ahí donde un hombre da un paso en blanco y negro, borroso, en un dibujo.

Este primer libro le sirvió a Andrés para descubrir en lo que es bueno, en escribir en primera persona, en ese relato íntimo. Ahí se siente cómodo. Además que le gusta más escribir relatos, que su género es la novela, que le interesa eso de corregir, de sacar cosas que sobran. En este primer escrito trabajó con Iván Hernández, el editor de Frailejón, que lo publicó como un libro objeto.

Andrés estudió administración, ningún pregrado que tiene que ver con letras. Le gusta leer, y cuando vivía en Estados Unidos, leía mucho en español para mantenerse cerca a su cultura. Así llegó a la escritura: primero en poemas, porque eran más cortos, más fáciles, supuestamente, pero no los ha vuelto a mirar, a ver qué era lo que ponía en el papel cuando estaba pequeño. Necesita una frase para empezar, se sienta y la corrige, como esa vez que puso la cita de una canción en inglés, y cuando ya se fue y se liberó de eso tan difícil que es el inicio, volvió y la cambió.

El escritor sigue todavía a la muchacha de flequillo. Es la página 43. Se detiene en el túnel donde se toma el metro hacia Père Lachaise. Lee un libro. Andrés igual. Esta es la primera historia que cuenta, que camina bajo un suelo, que alguna vez fue cielo, pero que mejor no. No era tan preciso. Como estamos a la hora del almuerzo prefiero dejarlo trabajar.

 

FUENTE: El Colombiano