Armonía, ritmo, proporción y movimiento componen el vocabulario elemental de la obra de la artista colombo-venezolana Patricia Quevedo.

En sus lienzos y cubos, los motivos se reducen a formas básicas – cuadrados,rectángulos y triángulos – yuxtapuestas y superpuestas que sugieren una ilusión de espacio y movimiento. Planos y símbolos geométricos en colores vivos se funden unos con otros formando composiciones dinámicas y rítmicas. Formas delineadas en blanco y negro enfatizan la simetría y proporción de sus composiciones.

Su práctica es obsesiva y laboriosa. Resulta en composiciones que se caracterizan por un sistema de repetición, ordenamiento y ritmo. Líneas que empiezan a ser y dejan de serlo,unen y separan, interactúan rítmicamente para crear formas y límites. Colores que parecen avanzar y retroceder, descender y ascender; en contraste cálido y frío, estimulan nuestra conciencia y percepción.
Se trata de un sistema de cuadrículas cargadas de experiencias y sensaciones que hacen referencia a recuerdos de una infancia marcada por juegos y diversión. Con el uso de líneas realizadas en tonos negros y blancos y formas geométricas en colores vibrantes, Quevedo guía al espectador por las múltiples emociones y diversos logros, aprendizajes y desafíos que suponen los juegos – tales como la lleva, la peregrina, STOP, parques, los rompecabezas, el ajedrez y lego, los parques de diversión y los videojuegos.

En su nuevo trabajo, Quevedo investiga el mundo del videojuego y las sensaciones y mensajes que consiguen transmitir a los jugadores. Sus tonos se intensifican. Sus formas se suavizan; las cuadrículas se curvan y deforman. Aparecen perfiles cóncavos y convexos, creando espacios de intervalos rítmicos. Líneas negras encierran los colores luminosos que contienen. Espacios en blanco se expanden y contraen, parecen en continuo movimiento.

Cada elemento y sus combinaciones hacen referencia al propio argumento del videojuego, al punto de partida, a las diversas estrategias y jugadas posibles, a las experiencias de sus participantes e incluso a las vibraciones de la banda sonora, con sus cambios de ritmo que buscan adaptarse a los movimientos del jugador. Detrás, hay un mundo poblado por personajes buenos y malos, mortales e inmortales, débiles y heroicos.

La propuesta de Quevedo prescinde de lo concreto para contar historias de amistad y trabajo en equipo, de saber ganar o perder, de tolerancia y respeto por los demás, de empatía y resolución de conflictos. Sus abstracciones son espíritu juguetón y alegre, de carácter relajado y equilibrado. Los elementos empleados son mensajeros; el color es diversión, victoria, audacia, habilidad y la línea es objetivo, control, regla, límite.

Quevedo pretende que sus lienzos sean jugados. Y como en todo juego, hay lógicas internas que no son evidentes a primera vista. Sus elementos reclaman que el observador los descifre en el proceso de observación.

Ana María de la Ossa
Crítica e historiadora de arte