'EL ÚLTIMO CELIS'

Muestra artística póstuma de EDUARDO CELIS.

Esta muestra se titula El último Celis, por una doble razón: porque algunas de las obras aquí expuestas pertenecen a sus últimos momentos creativos como artista; y porque esta será muy seguramente la última muestra que se haga en la ciudad, antes de que todo su legado (salvo las esculturas) viaje con su única hija próximamente a Europa, por lo que será muy difícil que estos trabajos regresen de nuevo alguna vez a Barranquilla. Así se despide el maestro.

El maestro Eduardo Celis era un hombre absolutamente entregado al oficio de dibujar, pintar y tallar de manera obsesiva e incansable ya fuera sobre lienzo, papel, cartón, periódico, madera, o lo que fuera que encontrara a su paso al momento de querer expresarse y no tener soporte convencional para hacerlo; y lo hacía con bolígrafo, marcador, pincel, cincel, brocha o espátula, o a través del collage…

Había convertido en una modalidad absolutamente personal pintar al respaldo de los cartones usados ya con una de sus obras terminada o a medio hacer, sometiéndonos al final al difícil trance de no saber por cuál obra decidirnos, si por la que ya estaba plasmada en el anverso o la nueva del reverso. O si al preguntarle un día en su taller por la obra que vimos en una ocasión anterior nos contestaba que la había borrado para pintar otra que le parecía que le daba mayor sentido estético y razón de ser al soporte en el que estaba realizada.

Celis no era un ciudadano cualquiera. Era un personaje muy particular de la literatura y el arte, del cultivo permanente de la imaginación; en todo caso, completamente al margen de lo que otros llamamos, con orgullo o desprecio, como “vida cotidiana”. Su trabajo es sin duda un caso único en el Caribe colombiano, lo heteróclito de sus temáticas y motivos, su paleta de colores tan caótica y personal, sus retratos de exquisita brusquedad pero imbuidos de un espíritu profundamente bien captado de sus personajes, y un total desprendimiento y generosidad a la hora de darle un destinatario a sus obras.

Eduardo Celis estuvo trabajando cada día de los últimos años de forma prácticamente incansable, a pesar de una fractura en su hombro derecho que lo obligó a recurrir a su mano izquierda (porque era ambidiestro para pintar), y aún en medio de la pandemia, hasta el día de su muerte. Como testimonio incuestionable de esta entrega a su creación, en su caballete dejó sin terminar el último trabajo sobre soporte de papel, esta vez trabajado el papel también por ambas caras, como lo venía haciendo en los últimos 30 años, pero ya sistemáticamente por lo menos en la última década. Todo soporte o superficie destinada a su pintura llevaba indefectiblemente la huella de su talento en el anverso y en el reverso; veces como continuación o complementación de lo que ya había pintado en la cara A, veces como un espacio destinado a una obra completamente nueva en la cara B.

La razón para esta decisión creativa, que incomodaba un poco a muchos de sus amigos y conocidos, está claro que no obedecía estrictamente a la carencia de materiales, o a un inesperado prurito ahorrativo que nunca tuvo en la vida (quizá alguna vez, algún día, pudo deberse a lo primero), pero ya luego estoy seguro que lo convirtió en un argumento político, en una decisión ética y estética, razones suficientes para apartarse de la corriente principal de lo que mandan los cánones formales del convencional buen gusto, a la hora de cómo debe presentarse una obra de arte para agradar y ser apreciada, situando para ello el significante pictórico en el plano privilegiado desde donde comunica la obra. Así era el maestro Celis.

Como consecuencia de las características anteriores, la presente muestra se propone curatorialmente de la siguiente manera: la obra recibe al público visitante en un panel inicial en donde se muestran dos obras de la última serie del artista, realizadas en papel poco antes de fallecer, y seleccionadas de forma aleatoria de entre unos 230 originales dobles.

Ya en la sala de la galería, propiamente dicha, están exhibidas 23 obras seleccionadas también casi aleatoriamente de entre más de 200 originales dobles, pintados al acrílico y otros materiales sobre cartón paja, de las cuales las diez piezas en la pared de la izquierda pertenecen a igual número de obras pintadas en el anverso y reverso del soporte pero se ha elegido curatorialmente una sola de sus caras. Igual que las tres obras del fondo también están exhibidas cada una por una sola cara; mientras que las diez obras de la pared de la derecha pertenecen a cinco obras y están expuestas por cada una de sus caras, para una más clara ilustración de su particular sistema de representación.

Así despedimos a este extraordinario artista que ha  dejado una huella indudable en la vida cultural de esta ciudad. Este es entonces el último Celis.

 

MIGUEL IRIARTE
Director Biblioteca Piloto del Caribe

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