Germán Grisales es tres personas distintas y un solo Germán verdadero.

Primero: El Germán de a pie, el amigo, es un señor con muy buen sentido del humor, muy generoso y sencillo, que habla de temas cotidianos que no delatan al arquitecto y diplomático, mucho menos las dos maestrías y los dos doctorados que lleva encima, ni la docena de libros que ha escrito; tampoco al sociólogo investigador de campo en las tribus amazónicas, que lo han acogido como un miembro más de las tribus, hasta el punto de que él los llama y los trata como: “mis familiares indígenas”.

Segundo: El diplomático, es un servidor público eficiente, que busca a toda costa solucionar los problemas o necesidades con los que llegan los connacionales, que acuden al Consulado colombiano donde a la sazón esté ejerciendo su cargo.

Tercero: El artista, porque tenemos que tener claro que él es un pintor prestado a la diplomacia, el Germán que se despoja de los títulos, de las jerarquías y de la intelectualidad y se pone a pintar como un niño, con un espíritu infantil (que la mayoría de nosotros hemos olvidado por pretensiosos) que nos muestra no solamente su íntima pureza, reflejada en los monicongos divertidos, irreverentes a veces, de cautivante colorido, sino también su transparencia de alma infinita.

Edgar Francisko
Bogotá, marzo 17 de 2021