«Desde siempre he sospechado que detrás de aquello que perciben mis sentidos algo fascinante se esconde. Descubrir esos secretos se convirtió simplemente en mi razón de vivir, y lograrlo sólo era posible si también me convertía en un riguroso observador. 

Mucho ha sucedido durante tantos años de búsqueda. Se podría hablar de temas, de percepciones, de lo real y lo irreal, de éxitos y de fracasos, y de múltiples encuentros, de filosofía, de metafísica, de neurociencia y de muchas cosas más, pero al final todo se reduce a los más simple, a lo cotidiano, a lo observable, a lo que se puede tocar, ahí están las coordenadas del universo, en la música, en una raíz de un árbol viejo, en una piel arrugada, en todo aquello que camina conmigo siempre. 

 Todo fluye como una infinita metamorfosis. Los primeros aminoácidos aún habitan en nuestra memoria y pareciera que nuestra especie está unida a la primera molécula, tal vez sea esta la razón por la que todo aquello que tiene que ver con lo humano ha sido el eje y mi razón de ser como artista. A mis obras las siento como auténticas pieles sobre las que puedo contar mi propia historia y mi visión del mundo. 

En cuanto a la técnica, el dibujo no es un simple ejercicio para descrestar, es el lenguaje que me permite consignar mis emociones y mis atrevimientos. Durante los instantes de creación, en mis telas, en mis pieles aún incipientes, surgen de la nada situaciones muy diversas: Amantes que se esconden detrás de una neurona, seres desolados sin esperanza, la música que todo lo envuelve en su atmósfera sanadora, un átomo extraviado, superficies que son lo uno y lo otro. Un sincretismo constante, una constante transfiguración.»