'Últimos vientos'

Harold López en la Galería Virtual de la Aduana, Barranquilla.

Para nuestra Galería de la Aduana es sumamente placentero volver a tener en su sala, esta vez virtualmente, a este importante artista cubano nacido en la Habana en 1977, ciudad donde vive y trabaja, luego de haber expuesto individualmente por primera vez con gran éxito en septiembre de 2019, ocasión en la que sí pudimos contar su presencia. Estas dos exposiciones fueron antecedidas a su vez por la extraordinaria muestra antológica de pintura cubana titulada «Bola viva», en 2012, y por otra muestra colectiva que llamamos «Cuba a millón», ambas curadas por el poeta y crítico cubano Alex Fleites.

Formado en la legendaria Academia de Artes de San Alejandro, López Muñoz es uno de los más destacados artistas de su generación y su obra ha estado en importantes espacios expositivos de Estados Unidos Unidos, Italia, China, Inglaterra, México y La Habana, y hoy por hoy hace parte de colecciones privadas en Francia, Holanda, Inglaterra, Estados Unidos, México, Colombia y Cuba. Lo primero que impresiona al situarse frente a una obra de este artista es su fuerza inusitada de expresión, planteada en grandes zonas de colores impactantes que acogen, más allá de los detalles anecdóticos, a un desprevenido casting de hombres y mujeres que habitan trozos de paisajes naturales y urbanos e interiores (doblemente interior: subjetivo, íntimo y objetivo, social) proponiendo un mundo de diversas y elusivas lecturas. Su magistral composición de las escenas es poderosamente inquietante y casi perturbadora, precisamente por ese poder sugerente de las situaciones que propone.

Su trabajo está marcado fundamentalmente por la asunción desafiante del color y el movimiento, factores de un estilo propio con el que el artista logra un impacto visual que, en un solo y rotundo golpe de vista, atrapa primero la atención del observador y luego lo pone a pensar; porque, en opinión del artista, la vertiginosidad del mundo audiovisual contemporáneo ha hecho que la gente de hoy se detenga poco en las imágenes fijas de la pintura.

La obra que en esta ocasión expone en nuestra galería viene primero de un período en el que había en su temática una imposición de la vida cotidiana cubana expresada en grandes escenas callejeras de gente común y corriente que iba y venía frente a grandes letreros públicos que gritaban consignas, y que el artista convirtió en una especie de enormes rompecabezas tipográficos con figuras humanas que tapaban y/o liberaban con sus cuerpos parte de los textos del graffitti. Con esa estrategia del estilo logró conceptualizar, con una inquietante poesía urbana, una realidad social y un planteamiento estético que proponen un discurso visual que en sus cuadros mueve de atrás hacia adelante abstracción y figuración para hacer de su pintura esa entidad artística que hoy es.

En esta obra que ahora presentamos, preparada inicialmente para una muestra que la pandemia frustró en La Habana a mediados de este año, las referencias anecdóticas de la realidad urbana anterior desparecen para dar paso a una extraña soledad, a una devastación exterior e interior que parece haber sido provocada por las ráfagas de unos últimos vientos que ahora nos dejan impactantes escenas surreales dominadas fuertemente por ese paisaje abstracto como barrido por la luz y por el aire en el que los hombres y mujeres no están sino que padecen las más extrañas situaciones: comen hierba, se entierran de cabeza en el pasto, se hunden en arenas movedizas o en el agua o en sí mismos, como en una quietud que no es la muerte pero sí la inmovilidad interior, la soledad paralizante, el no ser casi.

Una forma de representación artística en la que cobra vigencia lo que ya el artista había afirmado en otro momento: “Abordo las relaciones interpersonales a modo de historias que no describen una acción precisa. En mis cuadros el hecho primordial parece estar siempre por ocurrir o pudo haber ocurrido ya, en un aparente “nunca pasa nada” que busca crear una atmósfera de incertidumbre constante, transmitiendo estados de ánimo más que sucesos fácilmente identificables, obviando los detalles superfluos y las descripciones minuciosas de entornos para que el espectador complete, desde su propia experiencia, la interpretación de las escenas que propongo.”

 

MIGUEL IRIARTE
Poeta & Director de la Biblioteca Piloto del Caribe.

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