Andrés Felipe Solano: “En el encierro se pierde la libertad para conseguir la libertad”
Alguien camina y escucha. Y caminando, los ecos de otros días se funden en nuevas voces. “Oímos”, “me enteré”, “la gente prefiere hablar sobre” son palabras -incertidumbres- que se acumulan, como los casos del virus.
Andrés Felipe Solano escribe en Los días de la fiebre una experiencia alrededor del COVID-19 en Corea, la Corea del Sur. La pérdida de la primavera en un tiempo de confinamiento. Y con la primavera, la pérdida de miles de vidas: un oxímoron por cuenta de un virus que nadie quiere (¿puede?) nombrar. “Le han puesto nombre, lo han bautizado. Ahora su identificación oficial es SARS-CoV-2 y la enfermedad que produce, COVID-19. Los coreanos lo seguirán llamando Corona. Aquí nadie quiere poner en su boca la palabra virus, con su sabor a colchón húmedo, tizones ardiendo y lejía”.
Tal parece que respirar y sentir el silencio se ha vuelto un síntoma del paso del tiempo. Enterarse de lo que ocurre, o de lo que se dice que ocurre, y reflexionar de ello en 100 páginas, como caminando sin rumbo ni certeza, llenándose de preguntas sobre tiempos anteriores, sobre Corea, sobre Colombia; y supuestos, cada vez más supuestos que mientras se intenta deshilarlos para que den alguna respuesta a todo lo que el virus ha sugerido, aparece la sombra de una segunda oleada de contagios en devenir.
¿Qué ha sido lo más fuerte de migrar de este lado de Occidente al Lejano Oriente?
Son tantas cosas, que me vi en la obligación de escribir sobre ellas. De ahí nació Corea, apuntes desde la cuerda floja. Pero digamos que hace poco solucioné una de tantas. Hace tres años no voy a Colombia, así que un día me desperté y me di cuenta de que necesitaba comer yuca frita. Lo conseguí.
¿Como escritor cómo comprende los límites, o más bien las fronteras, entre lo que es llamado realidad y ficción?
Cada vez las siento más porosas, quizá por esa misma razón dejé de escribir crónicas periodísticas para no traicionar la confianza que espera un lector de este tipo de textos. En un sentido muy amplio, creo que todo es ficción en la medida en que aquello que se deja por fuera de un texto de no ficción lo convierte necesariamente en eso, una ficción. La edición parte de un gesto ficcional, si se quiere.
¿Cree que hay alguna relación entre las enfermedades y el exilio?
No. Se puede tener cáncer y depresión sin abandonar la cuadra donde se nació.
¿En el encierro se conoce, se halla o se atrapa de algún modo la libertad, u ocurre todo lo contrario?
Es un doble movimiento, se pierde la libertad para conseguir la libertad.
Algunos filósofos han sido cuestionados por escribir en torno a lo que el COVID-19 ha evidenciado sobre los órdenes sociales y también con miras al futuro del capitalismo. Lo que más se les ha cuestionado es que la rapidez con que escribieron no le permitió reposo al pensamiento… Si le hicieran el mismo cuestionamiento, ¿qué respondería?
Bueno, para empezar no soy filósofo y, por otro lado, en este libro me cuidé mucho de caer en la futurología. De todas formas pensar es equivocarse y por eso no se les puede lapidar. Ellos mismos se darán cuenta de lo que hicieron cuando relean sus textos y la vergüenza les muerda las piernas.
¿Qué es lo más complejo de escribir en primera persona?
Aceptar que nos habitan muchos, que somos alguien diferente cada vez que despertamos.
¿La literatura siempre resulta siendo biográfica?
Sin duda, de lo contrario sería un algoritmo.
¿Cuál es el para qué de la literatura en este tiempo?
En este tiempo -y en cualquiera- la literatura no tiene un para qué y de ahí precisamente surge su poder.
¿La escritura de “Los días de la fiebre” le dio alguna respuesta a las preguntas que la pandemia ha planteado del mundo como lo conocemos, por ejemplo, en torno al capitalismo, la dominación del ser humano sobre el planeta, la xenofobia…?
A Bob Dylan le preguntaron hace un par de meses qué le había pasado por la cabeza durante la pandemia, y respondió algo así como que había pensado en la muerte de la raza humana, en el largo y extraño trayecto del simio desnudo. Durante la escritura de Los días de la fiebre pensé en algo parecido. Y aún sigo pensando en eso.