Así es Macondo: agarrón en Aracataca por idea de poner a Gabo en escudo del pueblo
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde nace el más universal de los escritores colombianos. Quedemos en que se llama Aracataca, en Magdalena, y que el escritor en cuestión sale de allí a los 10 años para terminar convirtiéndose en premio nobel de literatura, en 1982. Se hace protagonista del boom latinoamericano, arquitecto del Realismo mágico y crea un universo imaginario llamado Macondo, que pone en el mapa mundial a Aracataca, a Colombia, a la cultura Caribe y a América Latina en general.
Imagínese que un cuarto de siglo después de semejante gesta y con el fin de honrar al escritor, sí, a Gabriel García Márquez, convoquen a un referendo en Aracataca para que sus habitantes aprueben una modificación en el nombre del pueblo: quieren que se le agregue una palabra y pase a llamarse Aracataca-Macondo. Y, como en Macondo, imagine que el referendo de Aracataca no prospera porque la gente decide no salir a votar. Solo acudió a las urnas la mitad de las siete mil personas que se necesitaban para hacer realidad el tributo al Nobel.
Aracataca vive hoy una situación parecida. Cuatro décadas después del premio Nobel (y 17 años después del fallido referendo) el presidente del concejo, Aldimiro Cervantes, propuso una idea que tiene alborotados a los cataqueros. Quiere cambiar el escudo municipal para incluir en él un homenaje a Gabo. Pensó primero en una imagen del escritor, pero rápidamente se decantó por incluir un ejemplar de Cien años de soledad, con las páginas desplegadas y del cual salen una serie de mariposas.
Llevó su propuesta a la alcaldía de Luis Emilio Correa Guerrero, del Centro Democrático; a la secretaria de Desarrollo, Omaris Mendoza; a un grupo de cultores (las profesoras Leonor Queseda y Vicky Peña y el escritor e historiador Aramis Bermúdez) y con el apoyo de todos ellos presentó un proyecto de acuerdo al concejo municipal, de 13 integrantes, en donde creía que no habría problemas para su aprobación.
Pero el tema se enredó y por el lado que menos esperaban. Dado que la propuesta no es para cambiar por completo el escudo sino para hacer una modificación en el tercio inferior, la única forma de incluir el tributo a Gabo es sacar el dibujo ubicado en esa parte del escudo: la cabeza de una vaca. Pues resulta que a muchos cataqueros nos les hace ni cinco de gracia aquello de apear al bovino del escudo porque consideran que antes de que García Márquez fuera Nobel el municipio era ganadero, y creen que si quitan la imagen de la vaca algo malo va a pasar en el pueblo.
El escudo en cuestión tiene una partición semejante a la del terciado en faja. Arriba lleva dos imágenes, unas manos trabajadoras y un racimo de plátanos, en la mitad tiene escrito el nombre del pueblo, y en la parte inferior aparece la simpática cara de la vaca blanca que los promotores del homenaje a Gabo quieren quitar. Por supuesto, todo ello reposa sobre unas cintas con los colores de la bandera del pueblo: blanco, rojo, amarillo y verde.
La verdad es que la ganadería no tiene el peso de otras épocas en la economía de la región. Aracataca es famoso por los bananos (guineos, les dicen en el Caribe) que seguirán estando en la parte superior del escudo y también por la historia de la masacre de las bananeras, sobre la cual el mismo García Márquez escribió. Algunos dicen que a esa historia corresponde uno de los dibujos del escudo actual. El Espectador habló con cuatro concejales de Aracataca, quienes dicen que es muy buena la idea del homenaje a su escritor más famoso, pero que no permitirán que quiten a la vaca del escudo.
La historia parece sacada de uno de los cuentos del propio Nobel de literatura y confirma que en Macondo todo es posible. Si en el pueblo imaginario de Gabriel García Márquez nacía gente con cola de cerdo, había epidemias de insomnio y hasta fue posible que Remedios ´La Bella´ se elevara al cielo en medio de mariposas, por qué no podría ocurrir que en Aracataca, la cuna del Nobel le diga otra vez que no a un tribuno al escritor.
Y es que si hay algo difícil de cambiar son las tradiciones y costumbres. En Quindío también enfrenta críticas el gobernador Roberto Jairo Jaramillo por proponer que quiten del escudo departamental el árbol talado y el hacha que tanto identificaban a la región en otras épocas y sugerir que los remplacen por la palma de cera, árbol de la región y el país.
Muchas veces se ha hablado también sobre lo desactualizado que luce el escudo de Colombia, pero nunca se ha logrado consenso para modificarlo. ¿Por qué mantener el escudo que para un país muy distinto al de hoy fue diseñado durante la presidencia de Francisco de Paula Santander si ya ni siquiera Panamá pertenece a Colombia? ¿Tiene sentido que el istmo esté en el escudo de Colombia? En cuanto a la bandera de Colombia, el más reciente revuelo lo generó en 2022 el entonces candidato presidencial Luis Pérez Gutiérrez, quien en pleno debate en la Universidad Externado propuso que a ese símbolo patria le pusieran una mata de cannabis en el centro.
El debate en Aracataca
El debate sobre el caso de Aracataca continuará mañana en la comisión segunda del Concejo, con ponencia de Bárbara Padilla, del centro Democrático. Los otros dos miembros de esa comisión son Luis López Visbal, del Partido Liberal y Addy de la Rosa, del Partido de la U.
Lo que va a ocurrir es que la ponencia llevará el dibujo del ejemplar de Cien años de soledad y también una cámara fotográfica en homenaje a Leo Matiz, el célebre fotógrafo también oriundo de la región. Y por el camino también le incluyeron un pincel que pretende hacer tributo a un pintor de la región. Cuando El Espectador preguntó quién es esa persona digna de homenaje, algunos promotores de la idea dijeron que se trata de Melquin Merchán, el mismo que ha hecho murales a García Márquez, Leo Matiz y que en 2019 pintó al entonces presidente, Iván Duque, y le regaló la obra en un evento público.
Aldimiro Cervantes, el presidente del Concejo de Aracataca, es un sargento mayor que luego de 26 años en la Armada Nacional decidió ingresar a la política y se estrenó hace tres años como concejal. Preside el cabildo desde enero y lo primero que hizo fue modificar el recinto de sesiones para incluir una imagen de Gabo, a quien leyó alguna vez en el colegio por influencia del profesor Robinson Mulfor (de literatura) y la “seño” Aura Ballesteros. Fue en el Colegio Nacional de Bachillerato de Aracataca, de donde también es oriundo. De hecho, le molesta que los detractores de su proyecto digan que la iniciativa es promovida por un forastero. Su familia es cataquera, pero a él le tocó irse muy joven para el cuartel.
Dice que ni él ni su familia conocieron al escritor, pero algunos vecinos, los más viejos, le hablan de vez en cuando sobre los parientes de Gabo y sus anécdotas en la región.
Su colega Leiter Salgado, concejal por el partido de la U, es el principal opositor al proyecto. Es de los que creen que Aracataca es ganadero y le explicó a El Espectador que su principal duda sobre la iniciativa tiene que ver con las consecuencias económicas, pues implicará modificar hasta la papelería en varias dependencias de un municipio tan famoso como pobre. También concejal, Yoelby Jiménez piensa que sería bueno hacer la modificación, pero dejando la vaca. “Pero la vaca no debería ser problema”, continúa Cervantes. “Ahora mismo lo que se está sembrando por acá es full banano y palma de aceite y ya no hay vacas”. Y dicho esto se va a tomar algo para refrescarse, porque hace mucho calor en Aracataca.
Como en el cuento de García Márquez (“Algo muy grave va a suceder en este pueblo”) en el que, por pura superstición, la gente pensaba que estaba haciendo más calor de lo normal, las señoras arrasaron la carne de vaca en un santiamén y los habitantes terminaron yéndose en estampida.
FUENTE: EL ESPECTADOR, escrito por Élber Gutiérrez Roa
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