El miedo a mirar por encima del hombro al leer ‘Después’, de King

Cuando se habla de Stephen King, la mayoría de las personas suelen asociarlo con dos de sus aspectos más conocidos: su faceta como Rey del Terror, con obras icónicas en la cultura mundial con monstruos como Pennywise, el siniestro payaso de It que protagonizó las pesadillas de más de una generación, o ese Jack Torrance enloquecido gracias a la influencia maligna del hotel Overlook, quien, hacha en mano, busca a su hijo para matarlo salido de las páginas de El resplandor e inmortalizado en el cine gracias a Jack Nicholson y Stanley Kubrick, por solo mencionar algunos.

Otros, sin embargo, lo recuerdan más por su faceta más prolífica: pocos escritores se dan el lujo de publicar un libro anual (y en el caso de King hablamos de incluso dos) en donde mantenga su calidad literaria a través de tantas páginas y años, teniendo libros de más de mil páginas como, Apocalipsis y La cúpula, y una saga ambiciosa como La torre oscura, compuesta por siete libros escritos a lo largo de varias décadas.

Pero muy pocas personas mencionan una tercera faceta y tiene que ver con esas historias cortas que pueden o no tener elementos paranormales, pero que se enfocan en un aspecto más melancólico y nostálgico que pueden llegar al corazón, podríamos mencionar obras como La milla verde (conocida por acá como Milagros inesperados, por la película protagonizada por Tom Hanks) o Rita Hayworth y la redención de Shawshank (cuyo título también se le cambió por la película a Sueños de fuga) en este grupo estaría incluida su nueva novela, Después.

Este libro fue publicado originalmente en Estados Unidos bajo el sello Hard Crime Case (y traída a nuestro país por Penguin Random House), que se especializa en publicar obras no muy extensas y con quien de hecho ya había publicado anteriormente otras dos: Colorado Kid y Joyland. Quienes ya las han leído sabrán que acá King no se enfoca en seres venidos de otras dimensiones, maldiciones ancestrales, criaturas venidas de los avernos sino en el barrio, en los recuerdos de juventud, aunque no deja de lado los monstruos, solo que estos pueden estar bajo la figura del vecino de la esquina, de aquella persona conocida que amamos y queremos.

¿Pero de qué trata exactamente Después? En esta novela seguimos la historia de Jamie (James) Conklin, hijo de una agente literaria, madre soltera, quien desde muy niño descubre que tiene una habilidad muy especial que definirá su vida y futuro: puede hablar con los muertos poco después de que han fallecido.

Puedo imaginarme a más de un lector levantando la ceja y diciendo, pero qué, ¿no es este la trama de la película aquella El sexto sentido? (espero no estar haciéndole a nadie spoiler por una película que salió al cine hace 22 años). No es la primera vez que algunos cuestionan la originalidad de King; pasó cuando salió La cúpula, que tenía muchas similitudes con la película de Los Simpson, dícese de pueblo alejado del mundo exterior por una misteriosa barrera que los separa del resto del mundo, aunque en defensa de Stephen diré que el autor manifestó que tenía la idea desde hacía varias décadas y no creo que haya escrito 1.130 páginas apenas hubiera visto la película de la familia amarilla de Springfield.

Quienes son lectores asiduos de King, o lectores constantes como él los llama, saben que él puede coger ideas ya existentes y refinarlas de manera exquisita, tal como ocurrió con una de sus obras más famosas, El misterio de Salems Lot, que es una actualización aterradora del Drácula de Bram Stoker, solo que en vez de ocurrir en una Transilvania lejana sitúa al vampiro en un pueblito perdido y olvidado por Dios de los Estados Unidos. También es justo decir que esta influencia ocurre en el sentido contrario, pues las ideas de sus libros han sido copiadas, homenajeadas y plagiadas hasta la saciedad. Por ejemplo, la famosa serie Stranger Things bebe muchísimo de la obra de King, en especial del libro Ojos de fuego, aunque siendo justos King bebe de esta serie para la creación de su novela El Instituto creando un círculo sin fin donde los únicos beneficiados son quienes disfrutamos de las buenas historias.

Cabe aclarar que a pesar de partir de una premisa similar el desarrollo es completamente distinto. Mientras en la película de Shamalyan el hablar con los muertos es el giro final que a más de uno le vuela la cabeza, en la novela de King es el detonante que desarrolla la trama, no por nada se nos revela desde el primer capítulo. No es la única diferencia, en Después ellos saben que ya no pertenecen a este mundo y más que querer dar miedo se muestran desapasionados y lejanos. Existe una última regla: están obligados a decir la verdad y nada más que la verdad.
Partiendo de esta premisa, uno se imaginaría que la obra se desarrollaría en un contexto policíaco en un Jaime Conklin detective que resuelve asesinatos y crímenes, ¿pero recuerdan lo que les dije al principio? Esta es una obra corta, sencilla, que se fija más en los pequeños detalles que en grandes acontecimientos. ¿La hace aburrida? Por Dios, no; todo lo contrario, la hace entrañable y más cercana al lector.

Lo curioso es que el narrador de la obra tiene 22 años (no es spoiler, lo dice desde la primera página) y nos cuenta lo que le ocurre desde que tiene aproximadamente cinco años y ve su primer muerto hasta su presente. King literalmente se mete en la mente de una persona muy joven y es capaz de transmitir de manera clara lo que ocurre en su vida. Digo que es curioso y me atrevería a decir asombroso porque King ya tiene 73 años y logra que uno se crea completamente que está hablando con un amigo de veintitantos años que te cuenta una historia en un bar acompañado de unas buenas cervezas (y tapabocas en esta época de virus); lo que en otro autor se vería ridículo y poco creíble acá se logra de manera natural y orgánica, como solo una persona con su oficio y maestría podría hacerlo.

De igual manera, también se nos presenta una relación lésbica. Lo interesante de ello no es que ocurra, sino cómo pasa: lo inserta en el relato de manera natural, donde nadie se escandaliza o se opone, simplemente es aceptada como podría serlo una relación heterosexual. Los tiempos están cambiando y Stephen King lo sabe, lo que incluso le ha costado su amistad con JK Rowling, la madre de Harry Potter, y lo incluye no de una manera artificial o de inclusión forzada sino de la mejor manera, dejando que sea la historia quien lo haga.

Como les decía, esta es la historia de Jamie Conklin. Seguimos su vida y vemos la relación con su madre, amigos, mentores (hay una relación de amistad y aprendizaje bastante entrañable con una persona bastante mayor), sus intereses amorosos y, como no podía ser de otra manera, con los muertos que se van cruzando por su camino.

Debo ahora decir que no he dicho del todo la verdad en estas líneas. He comentado que el libro nos habla de la vida de un joven, su aprendizaje y crecimiento. Y es cierto. También mencioné que tiene toques paranormales manifestados en su don de hablar con los muertos. Lo que no he dicho es que como no podía ser de otra manera también nos habla de terror

El terror en Después no permea toda la obra, aunque hay pinceladas desde el principio, sino hasta mitad de la misma. No es un terror que juegue al susto fácil y efectista, sino que se va construyendo de a pocos y se basa en las decisiones que toma Jamie… porque verán, si no todas las personas son bondadosas, ¿qué les hace pensar que en el mundo de la muerte sentimientos como el odio y el resentimiento existan y permeen a personas malvadas? Y no por nada le dicen el Maestro del Terror a Stephen King, pues en pocos párrafos puede esbozar una situación que hace que hasta el lector más temerario mire por detrás de su hombro después de leer una página para verificar que todo esté bien.

El libro, como no podía ser de otra manera, es completamente adictivo, uno se
sumerge en estas 250 páginas y desde la primera sabe que está atrapado por la prosa magnética de King, quien comprueba que sigue en su mejor forma después de una carrera de más de cincuenta años y casi cien libros escritos. El narrador es cercano y amable, y la historia –aunque pueda parecer simple al principio– conforme pasan las páginas, uno se da cuenta de que está en una montaña rusa donde cualquier cosa puede suceder, incluyendo una revelación final que tuve que releer varias veces para poderla creer (y que no les revelaré porque vale la pena que cada uno la descubra por su cuenta).

Dicho todo esto, solo me queda recomendarles este libro. ¿Quieren sucesos paranormales? Lo tienen. ¿Una historia cercana y entrañable? Chuleado. ¿Terror? Otra vez sí. Pero más allá de esto, es la cita anual con el viejo Stephen King, quien más allá de ser el Maestro del Terror, o el gran escritor consagrado de su género, es un viejo amigo que toca tu puerta cada cierto tiempo para contarte una historia maravillosa que no podrás dejar de oír.

FUENTE: EL  TIEMPO