La literatura africana siempre estuvo ahí
El premio Camoes para la mozambiqueña Paulina Chiziane, el Goncourt y el Neustadt para los senegaleses Mohamed Mbougar Sarr y Boubacar Boris Diop, el Booker para el sudafricano Damon Galgut. Y, por supuesto, el Nobel que fue a parar al tanzano Abdulrazak Gurnah. Una variada representación de escritores africanos ha copado en el plazo de unas pocas semanas los principales premios literarios del año, tanto en lengua portuguesa como inglesa y francesa. ¿Casualidad o tendencia? Expertos y autores explican las razones de este éxito fulgurante, pero quizás no tan inesperado.
El pasado 23 de junio, Timba Béma, escritor camerunés afincado en Suiza, publicaba un artículo con cierta apariencia premonitoria en la revista digital Crónicas Literarias Africanas titulado ¿Hacia un boom de la literatura africana en Francia? con unos significativos signos de interrogación. En él se preguntaba si la creación literaria del continente podía explotar y dar un salto cuantitativo como hizo la literatura hispanoamericana en los años sesenta gracias, según Béma, no solo al enorme talento de los García Márquez, Vargas Llosa, Neruda u Octavio Paz, sino a la apuesta del sector editorial español en ese momento por abrirse a nuevas voces, públicos y mercados.
Sin embargo, incluso reconociendo la existencia de ciertas señales como la vitalidad de los autores africanos en lengua francesa, Béma se respondía a su pregunta que “el fenómeno al que asistimos no es anunciador de un boom”. Medio año después, tras la concesión del Nobel a Gurnah o del gran premio de las letras francesas a Mbougar Sarr, el crítico Béma no ha cambiado de opinión. A su juicio, hay dos criterios que no se cumplen: “Los actores de la cadena del libro no piensan que los autores africanos estén aportando algo nuevo y en África no existe un mercado transnacional del libro”. Aun así es optimista de cara al futuro “porque el talento ha estado ahí siempre” y cree que la revolución por venir pasa por “la desguetización de las narrativas y la inserción de los autores en la maquinaria editorial, incluidos los jurados de los premios más prestigiosos”.
“Para mí estamos ante una mera coincidencia”, asegura el laureado Boubacar Boris Diop desde Dakar, “para que no lo fuera tendría que existir una cierta coordinación entre los diferentes premios, y en realidad no tienen nada que ver uno con otro”. El autor de Murambi, el libro de los huesos, que declara su admiración por la literatura latinoamericana, y en concreto por Ernesto Sábato, reconoce una cierta “madurez” de la literatura africana en francés, pero pone sobre la mesa una diferencia fundamental con América Latina: la lengua en la que se plasma la producción literaria.
“En el fondo, el origen cultural de los autores latinoamericanos es España, son españoles que viven en una sociedad diferente, mestiza, violenta y mágica que ha permitido producir una literatura que ha impresionado al mundo entero. Borges y toda su erudición occidental son un buen ejemplo. Escriben en su lengua materna, el español. Sin embargo, en las sociedades africanas, el francés es una lengua que vino del norte, extraña. Los autores que escriben en un idioma ajeno no pueden tener la misma soltura o desempeño que aquellos que lo hacen en su lengua materna”, asegura Diop.
El bloguero literario Gangoueus, responsable de Crónicas Literarias Africanas y Las lecturas de Gangoueus, entre otras plataformas, también usa la palabra “coincidencia” para explicar la conjunción de premios a escritores africanos en 2021, pero lo matiza. “Estamos ante autores de diferentes generaciones y con realidades y lenguas diferentes, aunque no todo es fruto del azar”. A su juicio, uno de los desafíos para que este éxito se consolide es que los países africanos desarrollen ecosistemas favorables al libro y la lectura, algo que ya existe en países anglófonos como Nigeria, Sudáfrica, Kenia o Ghana pero en mucha menor medida en la parte francófona, con la excepción, opina Gangeous, de Senegal.
Sonia Fernández, autora del blog en español Literafricas y cofundadora de la colección Libros del Baobab, que traduce a autores africanos, destaca la enorme calidad y potencia de las literaturas del continente. No ahora, sino desde hace años. “Hay grandísimos autores con larguísimas carreras literarias, de hecho muchos de ellos suenan cada año cuando se va a fallar el Nobel y sin embargo no se les reconoce. En 2021 se han dado las circunstancias para que reciban todos esos premios y quizás sea una gran casualidad. Pues nos alegramos, porque eso significa que se harán más traducciones. Pero es un poco triste que tenga que haber un premio para que se visibilicen las literaturas africanas”, opina.
“No podemos perder de vista que estos galardones no testimonian un renacimiento de la literatura del continente”, añade desde Estados Unidos Luis Madureira, profesor titular de Literaturas y Estudios Culturales Africanos y director del Programa de Estudios Africanos de la Universidad de Wisconsin-Madison, “sino que son un reconocimiento debido a autores africanos que desde hace tiempo están dando muestras de su pujanza, de la robustez de su producción y del merecido lugar que se les debe en el panorama de las letras universales”.
“Creo que lo que estamos presenciando en nuestro contexto global es una mayor apertura a reconocer esas trayectorias, un enfoque más cuidadoso que permite amplificar las voces de las literaturas africanas. Y quizás eso es lo que está cambiando: la voluntad de diversificar y visibilizar más el universo literario que se valida como paradigmático”, añade Madureira, para quien el problema va más allá de la literatura: “Tradicionalmente lo que ha pasado, no solo con las literaturas africanas sino con África en general, es que desde el punto de vista europeo empiezan a existir únicamente cuando Europa se da cuenta de que existen, cuando Europa las percibe y las incorpora a su imaginario”.
A juicio de este experto, “las literaturas africanas existen, han existido desde hace siglos y cuentan con escritores de un talento extraordinario. Son literaturas diversas como el continente mismo, y llenas de temas interesantísimos que no deberíamos darnos el lujo de obviar. La fuerza y la creatividad que irrumpieron en las primeras décadas de las independencias no están renaciendo después de haberse adormecido, sino que han seguido su curso hasta hoy, robusteciéndose a cada paso, ya sea en el propio continente originario o en la diáspora. Y el merecido reconocimiento a escritores africanos del que estamos siendo testigos no debe conformarse con abrir resquicios… tiene que echar abajo cerrojos y de una vez y por todas dejar las puertas abiertas”.