Mikel Santiago: «Un escritor tiene que estar todo el día robando»
La historia, dicen, se repite, primero como tragedia y luego como farsa, pero en manos de Mikel Santiago (Portugalete, 1975), la historia es un thriller perpetuo en el que quizá se repitan las preguntas –esos quién, cómo y porqué que el género lleva pegados a la piel–, pero en el que cambia todo lo demás. «Si que es verdad que ya he pegado más de un bandazo», bromea un autor que, tras orillar la costa del suspense psicológico con aliño paranormal con «La isla de las últimas voces», regresa al lugar del crimen con «El mentiroso» (EdicionesB), un rompecabezas de ritmo veloz y enredaderas familiares con el que le da una nueva vuelta de tuerca al clásico «quién lo hizo».
Esa es la pregunta que parpadea como un letrero de neón en cuanto el protagonista de «El mentiroso», un joven jardinero llamado Álex, se despierta en una antigua fábrica junto a un cadáver y una piedra con restos de sangre. Eso, de hecho, ocurre en la primera página, por lo que toda la novela es un intento por desandar el camino que ha llevado a Álex, al cadáver y a la piedra hasta la fábrica. Que el primero sufra una inoportuna amnesia no ayuda demasiado, por lo que el lector descubrirá más o menos al mismo tiempo que Álex que el cuerpo sin vida junto al que yacía es en realidad el de un escritor que hizo fortuna aireando en una novela los trapos sucios de sus vecinos.
En busca de Castle Rock
No hay terror sobrecogedor, como en «La última noche en Tremore beach», ni asfixia psicológica, como la de «La isla de las últimas voces», pero si de algo anda sobrado «El mentiroso» es, claro, de mentiras y secretos. «Me encanta esa idea de lugar idílico y bien organizado que esconde secretos muy profundos y en el que existe una zona oscura», explica. Tanto es así que, después de pasear por Irlanda o la Costa Azul, Santiago se estrena en su propio terreno, ambientando la novela en una zona de Vizcaya que, pese a inspirarse en la comarca de Urdaibai, sólo existe en su imaginación.
«Quiero tener mi propio Castle Rock», apunta en referencia al pueblo ficticio en el que Stephen King ambienta varias de sus novelas. «Lo que me interesa es elaborar el personaje y ahondar en su pasado y sus relaciones familiares, y ayuda tener un trasfondo sobre el que desarrollarlo», añade mientras maniobra por la trama de «El mentiroso» sin desvelar nada esencial ni dinamitar los múltiples giros que acumula la novela. «En el fondo, yo hago entretenimiento, y eso quiere decir que estás compitiendo con multitud de estímulos. Si tu novela no engancha, el lector lo tiene muy fácil para desviar la mirada al móvil y encontrar ahí lo que tú no le estás dando», reflexiona. «Hoy en día, necesitamos estímulos constantes», destaca.
De ahí que de sus novelas sólo se pueda explicar el punto de partida y un espectro temático en el que, en este caso, caben la soledad, la muerte, la identidad y el olvido. «Álex está intentando encajar y encontrar una identidad», señala sobre un personaje que se sitúa en el centro de una historia «muy familiar» y con la que Santiago sigue explorando las posibilidades purificadoras y redentoras de la ficción. «La vida te la puedes tomar contada o sufrida», subraya. Él mismo optó por lo primero desde que, siendo niño, encontró en la mentira la espita por la que evacuar una imaginación que, con los años, le serviría de muleta para convertirse en escritor. Ahora, apunta, ya no miente tanto, aunque picotea de aquí y allá, de historias de amigos y conocidos, para deslizarlas en sus historias. «Un escritor tiene que estar todo el día robando», concluye.