No todas las librerías se apuntan a la venta cara a cara
La puerta está cerrada, pero hay luz tras el mostrador. Las estanterías que suben hasta el techo y se adentran hasta el fondo se mantienen en penumbra. Ana Olivert no para de atender al teléfono. Abre sin soltar el inalámbrico bajo un elegante cartel de David Bowie leyendo. “Lo siento, estoy muy ocupada, no doy abasto. Hay mucho pedido”, dice la encargada de la librería París-Valencia, ubicada junto a la Estació del Nord de Valencia. Ha abierto a medias: acepta encargos, los prepara y los despacha en el umbral de la céntrica librería, tal y como recomienda el Gremi de Llibrers de Valencia si no se cuenta aún con todas las medias de seguridad que exige el Gobierno para los clientes y los vendedores.
“La verdad es que la venta online, a domicilio, no nos ha funcionado muy bien [durante el confinamiento], pero ahora sí que tenemos mucha faena. Nos piden libros de literatura, como la última novela de Almudena Grades; también ensayos, como uno sobre el virus”, explica apurada. En su medio siglo vida este establecimiento de venta de libros, conocido por su fondo y sus ofertas, nunca había cerrado tanto tiempo y mucho menos 50 días, como ha sucedido ahora.
Casi dos meses en los que ha estado suspendido el servicio de novedades. “No había clientes, no había libreros y las agencias de reparto estaban saturadas. Hemos tenido reparto solo de los encargos que nos han ido haciendo”, explica Nacho Ferraz, presidente del Gremi y librero en El Cresol. Asegura que la mayoría de librerías de barrio, como la suya, y de pueblo han levantado hoy la persiana aunque fuera a medias. Su clientela suele ser vecinal y no tiene problemas para desplazarse. En los establecimientos más céntricos el público es más de paso o bien procede de otros enclaves. “Estoy dando cita cada cinco minutos. Solo un cliente por librero. También depende de la gestión de cada librería. Si tiene trabajadores o no. Hay que cumplir muchas normas y depende de cada librería”, apunta.
La cadena Tirant Lo Blanc abrirá posiblemente al menos una de sus cuatro librerías la próxima semana, siempre en función de la evolución de la crisis sanitaria y de las medidas de seguridad. Durante la cuarentena la también editorial jurídica, una de las más importantes de esta disciplina en España, ha reforzado la venta online con “un 50% de personal, además de aumentar la facturación en este apartado más de un 40%”, explica Rafael Domínguez. “Hemos continuado vendiendo bastante manual universitario; en derecho jurídico, la parte profesional ha bajado un poco, pero en cambio ha aumentado mucho la literatura, el ensayo y el libro infantil”, señala el librero. Las últimas novelas de Ildefonso Falcones y de Juan Gómez-Jurado, El pintor de almas y La reina roja, respectivamente, son algunos de los títulos más vendidos en el confinamiento.
Domínguez recuerda que las exigencias se dieron a conocer en el BOE del domingo pasado y algunas no son fáciles de atender. Por tanto, hasta que se aclare todo bien, no tienen una gran urgencia por abrir, y menos la librería emplazada junto al campus universitario de Tarongers, que permanece cerrado.