Nueve ‘quilleras’ se narran en primera persona
La primera persona acerca. Es posible que muchos lectores de ‘Hasta ahora te creo’ no conozcan a varias de las mujeres que aparecen en este libro, que reivindica a costeñas luchadoras de todos los estratos, cuya casa mayor ha sido Barranquilla en la mayoría de los casos.
Pero ese es un primer punto a favor de Maribel Abello Banfi, la autora de este libro, que lleva a hacer una visita a las casas, los sucesos y la vida de nueve mujeres de esta región, todas con un valor especial. Y hasta con mecedora incluida.
Maribel Abello, que además de escritora y periodista cultural es actriz, pensó en el libro hace más de 20 años, en un viaje a su natal Barranquilla. Se metió en la biblioteca Piloto de la capital del Atlántico y empezó a buscar información.
“Busqué la historia de mi ciudad a través de sus mujeres, en su transcurrir del siglo XX. En ese momento venían un nuevo, siglo y un nuevo milenio y decidí reflexionar a través de esas historias y de la feminidad, que siempre ha sido dolorosa, porque es que a las mujeres ‘nos toca’ en casi todo. También, en una búsqueda espiritual ante la responsabilidad de maternidad”.
En ese momento, cuenta Maribel Abello, ella estaba en su límite de edad para ser madre y asumir esa responsabilidad, y eso también tuvo una gran influencia para encontrar las historias, pues “necesitaba saber de dónde venía”.
Es así como por las 164 páginas aparecen Clara Cortissoz de Strauss; Matilde, una prostituta que llegó a Puerto Colombia y narra no solo su historia, sino también la de este lugar que es parte del corazón barranquillero; Olga Chams, conocida como Meira Delmar, una de las más importantes escritoras del país, hija del Caribe colombiano; Barranquilla, como la ciudad madre de hijas famosas como Shakira y Sofía Vergara, entre muchas otras, y Gladys Rosanía de Rueda, exreina del Carnaval de Barranquilla.
Así mismo, Olga Emiliani Heibron, “símbolo del periodismo contemporáneo del Caribe”, como la presenta la autora; Rosa Peñaranda, protagonista del capítulo La niña del barrio Abajo, y Linda Falquez, poeta y actriz de teatro, así como Maruja Abello de Gutiérrez de Piñeres y Cecilia Martínez de Aparicio, estas dos últimas protagonistas del capítulo ‘Solo quedaron cenizas’, que cuenta cómo a esa ciudad llegó el 9 de abril de 1948.
Pero el reencuentro con el empoderamiento femenino de su ciudad se dio cuando Maribel Abello tenía 15 años y necesitaba una tarea: leer el libro Los hermanos Karamázov, de Fiódor Dostoievski.
Busqué la historia de mi ciudad a través de sus mujeres. En ese momento venían un nuevo, siglo y un nuevo milenio y decidí reflexionar a través de esas historias y de la feminidad
“Mi mamá me dijo entonces que la única que en Barranquilla seguro lo tenía era Meira Delmar, y me fui para su casa. Toqué a su puerta, y ella, hermosa, me abrió y empezó a alimentar mis lecturas, un trabajo en el que, además, me ayudó mi hermano Jaime”, dice.
La poetisa y escritora Delmar se convirtió en la tutora de Abello y le fue mostrando el camino para el libro que llegaría años después “y que refleja una ciudad que se construye y se deconstruye siempre”.
De la mano de Abello, la hija de Ernesto Cortissoz, Clara Cortissoz de Strauss, toma una voz propia cuando, con toda su fuerza espiritual, defiende a su esposo, de origen alemán aunque barranquillero, en un momento muy difícil de la historia, pues en la Segunda Guerra Mundial Hans Strauss fue llevado a un campo de concentración en Fusagasugá, Cundinamarca.
Y, claro, hija del hombre que “abrió los cielos, los ríos y el mar para la gente, ella no se quedó atrás y fue fundadora y presidenta de la Unión de Ciudadanas de Colombia, seccional Atlántico, que buscó la independencia de la mujer realizando campañas barrio a barrio”, agrega la autora.
El prólogo del libro, escrito por el periodista Alberto Salcedo Ramos, otro barranquillero, refleja lo que ha sido la historia femenina en esta ciudad, pues ellas “se han visto privadas no solo de oportunidades, sino también de ciertos derechos mínimos (…). Doy fe de que en mi adolescencia oí a distintos tipos justificando, con un argumento tan absurdo como infame, la educación restringida que les ofrecían a sus hijas: ‘Si después, cuando se case, el marido la quiere profesional, que la ponga a estudiar’. Por supuesto, el marido tampoco la quería profesional”, escribe Salcedo.
Huyendo de la violencia en Santander habla Matilde, y no solo de violencia general sino la familiar, “porque ella prefería elevar cometas que jugar con muñecas, y fue considerada una sinvergüenza. Ella, asumiendo una culpa innecesaria, se fue con ese peso en el corazón y llegó a Puerto Colombia”, sigue Abello.
Mi mamá me dijo entonces que la única que en Barranquilla seguro lo tenía era Meira Delmar, y me fui para su casa. Toqué a su puerta, y ella empezó a alimentar mis lecturas
La posición de la también periodista no es en contra de los hombres; “no es que todos ellos sean iguales, es que cósmicamente hay una herida kármica de la mujer, porque cargamos con un hecho que es como un impedimento”.
Abello, que hoy vive con su hijo entre Barranquilla y Charlottesville (Estados Unidos, país que le dio la nacionalidad), también hace su propia reflexión en primera persona para cerrar el libro.
El país la conoció por televisión como una de las más bellas y talentosas actrices que hayan hecho carrera en la pantalla, con Brillo, de El cuento del domingo, donde apareció su sentir costeño, ese dejo que nunca se le ha quitado, como tampoco la cercanía propia de la gente de su tierra, emparentada con el mar y el río.
Hasta ahora te creo abre puertas y ventanas a historias de costeñas que, como muchas, hicieron construcción personal y de su entorno a partir del amor y no desde la guerra. Y así se ve en las palabras de Maribel Abello.