Reseña de «Klaus»
Lo nunca visto de Papá Noel
Grant Morrison es un autor que últimamente no se prodiga tanto como hace años, pero de vez en cuando vemos publicados alguno de sus nuevos trabajos (además de las constantes reediciones de sus clásicos, claro está). Uno de los últimos en llegar ha sido ‘Klaus’, cómic que llega de la mano de Panini Comics y en el que descubrimos a un Morrison bastante irreconocible…
De mitos a superhéroes
A lo largo de los últimos años se ha popularizado en grado extremo la tendencia a crear obras basadas en la idea de dar un carácter casi superheroico a personajes históricos (reales o ficticios) que nunca lo han tenido, como hemos visto en títulos como ‘Abraham Lincoln: cazador de vampiros’, ‘El origen de los Guardianes’, ‘Blancanieves y la leyenda del cazador’, ‘Hansel y Gretel: Cazadores de brujas’, ‘The league of Extraordinary Gentlemen’, ‘Orgullo y prejuicio y zombis’ o ‘El secreto de los hermanos Grimm’.
Lo que ha hecho aquí el señor Grant Morrison es sumarse a esta moda del siglo XXI ofreciendo una versión alternativa de la creación del mito de Santa Claus. Todos lo conocemos como Papá Noel, San Nicolas, Kris Kringle o simplemente Santa, una figura legendaria del cristianismo occidental orondo y con una larga barba cana que se cuela por las chimeneas y lleva regalos a los niños que se han portado bien durante el año en la noche del 24 de diciembre, viajando por todo el mundo con su peculiar trineo volador tirado por renos y vestido con un traje blanco y rojo. El concepto, que no hace otra cosa que fusionar a varios antiguos mitos de distintas culturas, es ya bastante perturbador si nos paramos a pensarlo, pero el guionista escocés ha querido ir todavía mucho más allá a la hora de contar la historia de su origen.
Santa, el bárbaro
La historia nos sitúa en algún lugar del norte de Europa en una época indeterminada de la Edad Media. Nuestro protagonista es una especie de cazador furtivo/mercader que regresa a la ciudad de Grimsvig tras una larga ausencia solo para comprobar estupefacto cómo aquel lugar se ha convertido en una distopía medieval en la que los ciudadanos son poco más que esclavos que trabajan todo el día en las minas, mientras que a los más jóvenes les son arrebatados sus juguetes para que sirvan de diversión al príncipe. Sí, los guardias de la ciudad se dedican literalmente a robar los juguetes a los niños. Esta es la primera vez en esta historia que, como lector, te verás obligado a preguntarte a ti mismo si estas ante un cómic gamberro y paródico hecho con la única intención de divertir o es el ‘Batman Año Uno’ de Santa, tal y como afirmaba su creador. Y no será, ni muchísimo menos, la última.
El conflicto ya está servido, ya que Klaus tendrá como objetivo acabar con la tiranía que ejerce el malvado barón que gobierna Grimsvig sobre su pueblo, algo que es totalmente inadmisible, especialmente en unas fechas tan señaladas como el Yule (celebración pagana del solsticio de invierno en el norte de Europa, predecesora de la Navidad tal y como la conocemos hoy en día). En esta batalla abierta que protagonizará nuestro cazador, muy al estilo de la lucha entre Robin Hood y las tropas del sheriff de Nottingham, veremos como poco a poco este personaje va tomando forma y adquiriendo todos esos pequeños detalles que hacen que Santa Claus sea Santa Claus.
Gracias a unos lisérgicos seres fantasmales cuya naturaleza e intenciones tan solo Grant Morrison conoce, Klaus parece hacerse con algún tipo de poder físico sobrehumano que le ayudará en su lucha. Y no solo será capaz de pelear como un joven Arnold Alois Schwarzenegger, sino que además tendrá la capacidad de fabricar unos fantásticos juguetes de madera que ya quisiera Lego con la intención de repartirlos entre los niños de la oprimida ciudad (lo de los esclavos de las minas parece que no preocupa demasiado a Klaus). Como el malvado barón no tiene mayores preocupaciones, pone a todos sus guardias (que, por cierto, visten de rojo y blanco, guiño guiño) a vigilar las puertas de las casas para que Klaus no entre en ellas para dejar regalos, lo cual le deja una única opción: colarse por las chimeneas. Incluso acabará, por razones no demasiado justificadas, por construirse un trineo que será tirado por… ¡una especie de lobos endemoniados salidos del mismísimo infierno! Y eso por no hablar del origen del famoso “¡Ho, ho, ho!”, que es una ida de pinza tan increíble que no puedes hacer más que aplaudir la osadía del guionista…
Grant Morrison, ¿dónde estás?
Seas o no un amante del guionista escocés, está claro que se trata de un tipo con mucho oficio que sabe cómo contar una historia y que tiene muchos ticks y recursos narrativos habituales que se suelen reconocer en sus obras. ‘Klaus’ no es el caso. Si no fuera porque su nombre viene en la portada y por algún pequeño detalle muy concreto en la historia, no reconocería a Morrison aquí ni por asomo. Estamos ante una obra que no se decide entre ser una broma o una locura genial en la que no se ha puesto demasiado mimo. El número de cosas que ocurren “porque sí” a lo largo de la trama es enorme, e incluso cuando se trata de llevar una cierta coherencia la historia no acaba de cuajar del todo. Es como si Morrison quisiera imitar el estilo de su compatriota Mark Millar sin llegar a entender realmente lo que este hace.
A pesar de todo, ‘Klaus’ se disfruta. La propuesta es muy atractiva, el valor de sus creadores es admirable y el ritmo narrativo es vertiginoso. De todas formas, quizás solo sea una obra realmente recomendable para los completistas de Grant Morrison. E incluso muchos de estos pueden llegar a arrepentirse…
Un dibujo irregular
Por último, el dibujo de Dan Mora es difícil de definir. Tiene un estilo que pega muy bien con la historia, con un toque cartoon y un color tal que evoca un cuento infantil muy al estilo Disney, y nos deja algunas páginas realmente notables… pero a la vez nos encontramos con un dibujante que en algunos momentos parece poco más que un amateur, con personajes realmente desprovistos de cualquier tipo de personalidad o detalle, manteniendo esta irregularidad durante toda la obra. Mora tiene mimbres para llegar a ser un grandísimo dibujante algún día, pero aún le queda camino por recorrer.