100 años de La Aduana: epicentro vital en Barranquilla
Una de las instituciones culturales más importantes y sólidas de Barranquilla cumple 100 años. Se trata del edificio de La Aduana, destacado también por su valor patrimonial y su componente arquitectónico.
El complejo con una relevante trascendencia histórica que inició a principios del siglo XX está marcado por cuatro momentos, cada uno vital en el transcurso de su centenario. Esa es la teoría historiográfica que se maneja sobre la edificación.
Construcción
En 1921, con bombos y platillos se inauguró el emblemático edificio de Barranquilla. A la ceremonia asistió el entonces presidente de la República, Marco Fidel Suárez, acompañado de una gran comitiva. A estos invitados se les ofreció un gran banquete a cargo de un cocinero chino. La mantelería y cubertería que se usó fue comprada expresamente en Panamá.
Su proceso de construcción tardó tres años y estuvo en manos del ingeniero jamaiquino Leslie Arbouin.
En 1921 con bombos y platillos se inauguró el emblemático edificio de Barranquilla. A la ceremonia asistió el presidente de la República.
“Arbouin tomó el estilo neoclásico que se empezaba a imponer en la naciente república”, cuenta el arquitecto Juan Pablo Mestre, también director del Archivo Histórico del Atlántico que reposa en La Aduana.
La nobleza de los materiales con los que se construyó da cuenta hoy de su arquitectura imperturbable. Según Mestre, Arbouin diseñó el edificio al estilo de los antiguos templos griegos. Su estructura tiene la misma impronta estilista de la Casa de Nariño, la Casa Blanca en Washington y del Capitolio de La Habana.
“Alguna veces al contemplar las fotografías del pasado quisiera cerrar los ojos para imaginarme frente a la soberbia obra de Arbouin en 1921, para luego abrirlos 100 años después y hallarme viviendo el honor de ser partícipe de la custodia de esta obra extraordinaria”, expresó Mestre, quien fungió como director de Conservación del complejo arquitectónico de La Aduana.
Funcionamiento y una tragedia
El segundo momento más importante de la edificación fue su funcionamiento. El director de la Biblioteca Piloto del Caribe, Miguel Iriarte, cuenta que fue el poeta y periodista soledeño Miguel Moreno Alba, quien por su estrecha amistad con el presidente de la época , terminó siendo el encargado de construir el edificio y ponerlo en funcionamiento como la sede de la Aduana, en su calidad de nuevo administrador de esta entidad.
Más tarde, Moreno Alba, al darse cuenta de que la construcción aprobada iba a ser insuficiente para la dinámica aduanera de la ciudad, autorizó costos fuera del presupuesto original para ampliar el edificio a las dimensiones que tiene en la actualidad, lo que le representó una investigación fiscal que lo obligó a asumir con su propio pecunio las obras no autorizadas, circunstancia que lo llevó a la ruina económica y moral, y posteriormente al suicidio en 1942.
En la historia de La Aduana reposa la crisis económica que enfrentó en los años 30. En sus bodegas y patios hubo un inmenso congestionamiento de mercancías que duró muchos años en custodia.
Nada de lo anterior fue suficiente para que La Aduana de Barranquilla se convirtiera en la segunda más importante del país, después de Bogotá.
Abandono
Su esplendor, o al menos parte de él, llegó hasta su cierre a inicios de la década de los 80. La ruina se apoderó del palacio republicano, ingenio de Leslie Arbouin.
La Aduana, en palabras de Miguel Iriarte, quedó flotando y pudriéndose durante 10 años en una gran laguna de desidia y aguas negras. La edificación estuvo totalmente abandonada y su deterioro “se evidenciaba a simple vista”.
Sumida en la ruina, el viejo inmueble fue declarado en noviembre de 1984 como Monumento Nacional por el Instituto Colombiano de Cultura.
“Sin este reconocimiento muy probablemente se hubiera perdido para siempre”, asegura el director del Archivo Histórico del Atlántico.
Recuperación
La otra parte de la historia hace memoria de su proceso de recuperación, su cuarto momento más importante. A principios de los 90 empezó a gestarse como un proyecto cultural. El gestor de la recuperación del edificio y quien ya tenía el sueño de una biblioteca y un archivo histórico para la ciudad fue el gobernador del Atlántico Gustavo Bell Lemus (1992-1994).
De ahí surgió un comité que tenía como propósito adelantar las gestiones que fueran necesarias para convertir el edificio en una gran biblioteca pública.
Con el sueño de Bell se emprendió el proceso de recuperación y restauración que estuvo en manos de la arquitecta Katya González Ripoll. Su trabajo le valió para ganar el Premio Nacional de Arquitectura en 1996. Se convirtió así en el primer edificio en ser galardonado en Barranquilla. “Yo venía de Londres y cuando fui a ver la edificación lo que vi fue una bodega de carros viejos y un sitio sumergido en agua”, recuerda González Ripoll, también recuperadora de la Intendencia Fluvial.
Uno de los aspectos que destacan los expertos es la conservación integral de la originalidad del inmueble.
Con su recuperación, La Aduana se convirtió en un complejo de espacios públicos, casi contemplativos, concebidos para conservar los edificios en un contexto armonioso.
La Biblioteca Piloto del Caribe se creó a partir del acervo del Centro de Documentación de la Cámara de Comercio y de un aporte de la Biblioteca Departamental que junto al Archivo Histórico del Atlántico “se constituyen en los dos pilares que le dieron sentido cultural a la Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta, una institución que surgió con el propósito de preservar, mantener y promover el patrimonio histórico, arquitectónico y cultural del proyecto de La Aduana”.
Sin duda, La Aduana se distingue por ser una de las pocas edificaciones públicas sólidas y sostenibles que llegan a los 100 años en Barranquilla.
“Todos los recursos que ingresan a la Corporación son reinvertidos en el desarrollo de los proyectos culturales, funcionamiento de la entidad y los trabajos de conservación del complejo patrimonial bajo su cargo. Esto sumado a un equipo dispuesto a asumir sacrificios si de salvar la entidad se trata, esto nos ha evitado naufragar”, dice Cielo Támara, directora ejecutiva de la Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta.
Para celebrar 100 años, que no se cumplen todos los días, Támara invita a los barranquilleros a defender la estabilidad y permanencia en el tiempo de este ícono y referente histórico para el desarrollo sociocultural de esta ciudad. “Creo que se requiere mayor compromiso del Gobierno local para apalancar procesos de reconocimiento y apropiación del patrimonio histórico por parte de la población”, dijo.