Diez grandes películas para resucitar el mito de Drácula

Vampiros, chupasangres, íncubos, súcubos, revenants y nachzehrers. Y por encima de ellos, Drácula y Nosferatu. O, en el mundo del cine, Nosferatu, que para eso fue el primero en llegar a la pantalla (gracias a la película de F. W. Murnau, en 1922) y después, Drácula. El primero nació para saltarse los derechos de autor que poseía Florence Stoker, la viuda de Bram Stoker, el escritor que amasó diversas leyendas ocultistas y relatos relacionados con Vlad Draculea o Vlad el hijo del demonio, también conocido como Vlad Tepes el empalador (la Historia no escatimó en apodos salvajes para el noble transilvano), y que en 1897 escribió una novela, Drácula, en el que el príncipe de los vampiros apenas aparece en un 10% de sus páginas.

Puede que Drácula no sea un primor literario narrativo, pero ha influido, y de qué manera, al audiovisual mundial. Más de un centenar de producciones se basan en el personaje. Ha habido versiones de Bollywood, del mejor blackploitation —en 1972 la saga se inició con Drácula negro (Blacula)—, Andy Warhol también jugó a filmar la suya (Sangre para Drácula, con un exacerbado Udo Kier) y otro grande como Dario Argento lo encaró en 3D en 2012. En el cine han existido dráculas paquistaníes, turcos, mexicanos… El siglo XXI incluso ha multiplicado las versiones. Hasta Chiquito de la Calzada encarnó a su propio señor transilvano en Brácula: Comdemor II. Y Jesús Franco también lo intentó con Christopher Lee en 1970: fue un desastre, pero de aquella producción nació un soberbio documental, Vampir Cuadecuc (1971), de Pere Portabella. Ahora llega Renfield, una comedia sobre el criado que acompaña a Drácula en su viaje eterno en busca de sangre fresca. Si a Drácula le encarna Nicolas Cage (su histrionismo encaja como un guante con el personaje del conde), al siervo le da vida Nicholas Hoult, que también estará en la próxima versión de Nosferatu que lidera Robert Eggers.

1) Nosferatu (1922). La primera y aun en 2023 la más fascinante de las películas con Drácula-Nosferatu (en su encarnación mundana, el conde Orlok). El filme de Murnau ha cumplido un siglo y mantiene su misterio, su astuta construcción de ambientes, su reflexión sobre la identidad y el individuo… y porque la caracterización de Max Schreck todavía eriza el vello. Disponible en Filmin.

2) Drácula de Bram Stoker (1992). Francis Ford Coppola encarnó a inicios de los años noventa una revisión canónica de la criatura de Stoker. Hay Transilvania, viaje en barco a Londres, una imaginería victoriana maravillosa, una portentosa banda sonora de Wojciech Kilar, y un Gary Oldman en plenitud de facultades. En esta adaptación a Renfield le pone rostro el cantante Tom Waits, que se alimenta de moscas.

3) Drácula (1931). La capa, el peinado negro sujeto con gomina, el juego sensual… Muchos de los elementos característicos de los dráculas fílmicos nacieron en esta película de Tod Browning, que encontró en un actor rumano nacido en el imperio austohúngaro, Bela Lugosi, a su Drácula perfecto. Lugosi también sabía lo que se traían entre manos: llevaba cuatro años dando vida al mítico vampiro en Broadway con su inglés muy marcado, y por eso aceptó un sueldo menor al de sus compañeros de reparto. Cuando falleció, el intérprete fue enterrado con una capa negra… pero no la de su personaje: esa la subastó su hijo en 2011. Como en aquella época no se doblaban las películas, en los mismos escenarios donde se rodaba de día el filme de Browning, por la noche se filmó, dirigida por George Melford, la versión en español: el Drácula encarnado por el cordobés Carlos Villarías no tiene tanta enjundia, por más que la leyenda hable de actuación antológica.

4) Drácula (2020). Los creadores de la serie Sherlock, Mark Gatiss y Steven Moffat (muy fans del Drácula de la BBC de 1977), se embarcaron justo antes de la pandemia en esta versión para Netflix de tres episodios. El danés Claes Bang (The Square) lo borda: como detalle en cada capítulo su caracterización se refiere a anteriores dráculas fílmicos, y el castillo del inicio es el mismo en que se rodó en Eslovaquia el Nosferatu de 1922.

5) Drácula (1958). De 1958 a 1976, Christopher Lee encarnó en nueve ocasiones a Drácula (cameos aparte). La productora inglesa Hammer, especializada en cine de terror gótico, unió a Lee (que un año antes había dado vida al monstruo de Frankenstein) con el director Terence Fisher, y ambos erigieron un maravilloso Drácula, el que ha marcado la imaginación de varias generaciones de espectadores: alto, elegante, siniestro y despiadado.

6) Nosferatu, vampiro de la noche (1979). Werner Herzog encaró a finales de los setenta una vuelta de tuerca al clásico del expresionismo germano. Un reto alocado. Sin embargo, contó con un soberbio Klaus Kinski. Aunque la pareja actor-director se odió durante décadas (”Hasta las ratas se portaron mejor en este rodaje que Klaus”, dijo Herzog), este Nosferatu es la demostración palpable de la proverbial capacidad de Kinski de crear villanos antológicos. Curiosamente en uno de los filmes de Lee, el de 1970, Kinski encarnó a Renfield.

7) Drácula (1979). Frank Langella encarnó a Drácula en cine y teatro. Su vampiro se basa en el subrayado de su sangre azul: ante todo es un noble, un hombre rebosante de encanto, gentil, con solo dos problemas: es inmortal y necesita sangre humana para sobrevivir.

8) El conde Drácula (1977). Es una de las adaptaciones menos conocidas y, en cambio, de las más interesantes. En 1977 la BBC emitió (hay versión de 155 minutos, otra en tres episodios y una tercera en dos) su propia visión de la novela de Stoker —bastante fiel— con el francés Louis Jourdan interpretando a un conde sexy, hipnotizador, subyugante amo de los “no muertos”. Es la serie que influyó a los creadores de la de Netflix de 2020.

9) Dracula: Pages from a Virgin’s Diary (2002). Cuando todo parecía contado, el canadiense Guy Maddin crea esta versión en ballet, en blanco y negro, silente, y respetuosa con el terror gótico con Zhang Wei-Qiang como Drácula, y, detrás, el Royal Winnipeg Ballet. Grabada para televisión, tras ganar el festival de Sitges y recibir toda clase de parabienes de la crítica, se acabó estrenando en salas.

10) Amor al primer mordisco (1979). Antes de que Leslie Nielsen y Chiquito se carcajearan de Drácula, George Hamilton (que imita con su acento a Bela Lugosi) protagonizó esta comedia negra en la que el noble rumano viaja a Nueva York en plena época disco tras su amor. En 1979 hubo cinco dráculas en las salas, pero este fue el gran taquillazo.

 

FUENTE: EL PAÍS