Hace 50 años la Guerra Fría fue un duelo de ajedrez
El más importante de los duelos del deporte ciencia del siglo XX lanzó a la fama al estadounidense Bobby Fischer.
Hace 50 años se dio uno de los capítulos más curiosos de la Guerra Fría: la primera partida de ajedrez entre el estadounidense Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky. Por supuesto, el evento no se limitó a ser un acto deportivo: fue, más bien, un enfrentamiento cultural entre las dos potencias que entonces se disputaban la primacía mundial.
El lugar del duelo fue Reikiavik, la capital de Islandia. Ambos contrincantes llegaron al sitio siendo los mejores representantes del ajedrez de sus respectivos países. Por un lado, Spassky era el campeón mundial, ratificando el reinado de la URSS en el deporte ciencia. Desde 1948, los soviéticos se turnaban la corona, sin cederla a jugadores por fuera del campo comunista. Fischer ya era el rebelde del circuito del deporte: sus extravagancias y talento lo convertieron en un temible adversario.
Fischer se presentó después de recibir presiones del gobierno de los Estados Unidos. El genio no estaba de acuerdo con las condiciones del duelo. Del otro lado, el presidente del Comité de Deportes de la URSS, Victor Baturinsky, declaró que su único interés consistía en evitar que Fischer se convirtiera en campeón del mundo.
El Gran Maestro de Brooklyn —el apodo de Fischer—empezó a plantear exigencias para participar en el match: recibir un porcentaje de los derechos de televisión, elevar la dotación de premios, una iluminación y los cojines de la silla a su gusto.
Para satisfacer su apetito un promotor británico de ajedrez donó 125.000 dólares para añadir a la bolsa del encuentro, pero aún fue necesaria una llamada telefónica de Henry Kissinger, gran aficionado al ajedrez, para acabar de persuadirlo.
Solo unas horas antes de ser declarada su incomparecencia, llego al escenario en medio de una ola de curiosidad de los medios de información.
Los amantes del ajedrez conocen este duelo con el nombre del Juego del siglo. Las partidas comenzaron el 11 de julio de 1972 y se prolongaron hasta el 1 de septiembre.
El encuentro tuvo un inicio insospechado: Spassky ganó fácilmente la primera partida. En un final de tablas de una nimzo-india, Fischer se comió un peón envenenado y su alfil devorador quedó atrapado por los peones. La técnica del soviético hizo el resto. Y, todavía más sorprendente, el marcador se puso 2-0 favorable al soviético porque Fischer no se presentó a la segunda partida, en protesta por la presencia de cámaras en la sala de juego. Spassky, siempre caballeroso, aceptó sus condiciones.
El curso del encuentro experimentó a partir de ahí un cambio radical. Spassky ya sólo ganaría una partida, la undécima, mientras el norteamericano se anotaba la tercera (su primera victoria sobre el soviético) y siete en total, de 21, para terminar venciendo por 12,5 puntos a 8,5. En la última, aplazada en el movimiento 41 hasta el día siguiente, Spassky abandonó por teléfono sin presentarse a la reanudación. El 3 de septiembre de 1972, Fischer se proclamó campeón del mundo.
Fischer desapareció de la vida pública y no volvió a jugar más partidas oficiales: en 1975, cuando tuvo que defender su corona frente al aspirante Anatoly Karpov, planteó exigencias inaceptables para la FIDE, que lo despojó del título por incomparecencia. En medio de la guerra de los Balcanes, Fischer no hizo caso de la orden de bloqueo contra Serbia y viajó a Belgrado para jugar un encuentro de revancha frente a Spassky que le reportó un premio de 3,3 millones de dólares. Ganó diez partidas, perdió cinco y las otras quince terminaron en tablas.