Jorge Manrique: abril español y sin fronteras
Un año más, llega abril, el mes del libro, el mes de las flores, el mes de las Coplas y de Jorge Manrique.Parafraseando el título de una novela reciente de John Banville, ‘April in Spain’, no se busque aquí a ninguna joven desaparecida en oscuras circunstancias. Abril busca su plena identidad con el autor de la obra mayor de toda la poesía hispana e hispánica. Un empeño en que unos cuantos venimos perseverando desde los años 90, en que se fundó y lanzó al mundo el Triángulo manriqueño con su jornada, avalada por personalidades del nivel y categoría de Antonio Serrano de Haro, Carlos de la Rica o Florencio Martínez Ruiz.
Porque si don Jorge halló la muerte en abril, herido primero en las proximidades del Castillo de Garcimuñoz, agonizando y expirando luego en Santa María del Campo Rus y siendo inhumado un 24 de dicho mes de 1479 en la cripta de la antigua iglesia del convento santiaguista de Uclés, lo que parece harto probable es que, además, hubiera también venido al mundo en el mismo mes. Concretamente, el día de San Jorge, nombre bastante inédito en la Castilla de su tiempo y en su propio linaje: a no ser, claro, que viniese a coincidir con el santo del natalicio. Bien, nada menos que el Día del Libro. No hacen falta más comentarios en este punto.
Considerando lo anterior y la preeminencia de las Coplas y del cancionero manriqueño en nuestro canon literario, díganme si no tiene sentido y argumentos sobrados nuestra reivindicación de cada año: incluir a la poesía lírica en el pódium del mes del libro, incorporando a Jorge Manrique a un pedestal que, por el momento, no se sabe bien por qué, solo ocupan Miguel y Bill, Bill y Miguel: un dramaturgo y un novelista. ¡Poetas del mundo, uníos! O, cuando menos: ¡poetas de España, uníos!
Pero no quiero dejarme nada en el tintero, porque es mucha la actualidad y varios los proyectos relacionados este año con el entorno manriqueño. Nunca perdió vigencia la obra de don Jorge pero es que ahora está cobrando una actualidad a la par triste y luminosa. Triste porque una pandemia pertinaz e insidiosa nos acosa, con su secuela de cuantiosa mortandad. Luminosa porque, además de consuelo, el recio son de las coplas marca el camino de la trascendencia, de la iluminación, y nos invita a gozar sin apego pero a fondo de tantos momentos bellos y efímeros que componen nuestras vidas, unas vidas que van a dar a la mar que es el morir pero entretanto, ¿por qué renunciar a la danza, a las trovas y canciones, al juego de una mirada, a la ternura de un abrazo o al arte del beso, que ahora deberemos reaprender? Nos vamos yendo con la bravura del río joven, arriscado y a tumba abierta; con la serenidad del curso medio; con la lucidez del delta o del estuario.
Quiero mencionar la rehabilitación de la Cruz de don Jorge, un monumento impulsado por el gran poeta conquense Federico Muelas, que acertó con una propuesta a la vez tradicionalista y vanguardista, insertada en una época en que se trataba de recuperar solo en una dirección el complejo perfil del capitán poeta. Pero creo que en lo que Federico nos transmitió prevalecía la poesía inscrita en las nobles losas desplomadas de la catedral de Cuenca. No he visitado todavía el monumento tras la restauración, pero me parece por las imágenes que de él me envía Miguel Ángel Castillo, concejal de cultura de Garcimuñoz, que el respeto a la poesía, al arte y a la cultura han prevalecido, como debe ser, a sesgos y prejuicios ideológicos. El actual alcalde, Francisco Javier Lavara, quiere revitalizar este emotivo enclave situándolo en una ruta de senderismo y recupera el legado manriqueño dentro de un amplio programa cultural y patrimonial para su pueblo.
En Santa María del Campo Rus, su Museo Jorge Manrique, el único en el mundo monográficamente dedicado al poeta, cambiará su sede al Centro Cultural que Miguel Ángel Esteban, actual alcalde, proyecta para la Casa de Las Tiernas, una casona manchega céntrica y de gran carácter. De momento, sigue instalado en el vanguardista centro polivalente frente al Prado, donde se puede contemplas obra de firmas tan importantes como Julio Hernández, Antonio Carrilero, Adrián Moya, Pepe Carretero, Melli Pérez Madero y el imponente políptico del Triángulo manriqueño de Víctor de la Vega, entre libros, documentos y otra iconografía, incluida una réplica de la Cruz de don Jorge.
En cuanto a Uclés, sus ediles y los gestores del monasterio siempre han promovido la clave manriqueña dentro de su excelso patrimonio. No se olvide que en algún lugar de la cripta siguen los restos del poeta y de su padre y que sería un gran reclamo una réplica de las tumbas en la iglesia actual. Máxime desde que otro gran promotor del Triángulo, Ismael Trigo, ha localizado la posible estatua yacente del Maestre entre los fondos del LACMA de Los Ángeles, California.
Hace un par de meses, en la FNAC de Callao, asistí a la presentación de la edición de las Coplas, ilustradas por Antonio Santos, producida por el sello editorial Nórdica. La radical novedad de las ilustraciones, arte actual sin concesiones a anacronismos trillados, firmado por un gran artista muy vinculado a Cuenca, se complementa con una versión actualizada también de las Coplas de la que soy responsable. Sin el lastre de signos y fonemas en desuso, creo que las Coplas van a poder sintonizar mejor así con nuevas hornadas lectoras.
A esto hay que añadir la innovadora propuesta de José Manuel Ortega en su próximo libro, una propuesta que fue anticipada (a la manera de Balzac o de Galdós) desde estas páginas, las culturales de ABC: el desvelamiento de la profunda impronta manriqueña sobre Cervantes y su Quijote. Una impronta misteriosamente silenciada por el novelista alcalaíno y clamorosamente indetectada por la crítica y la historia literarias durante cuatro siglos largos. Además de señalar episodios, y no anecdóticos sino estructurales, en que Cervantes recrea y/o parodia las Coplas, Ortega, acaso el mayor divulgador de Manrique en lo que llevamos de milenio, argumenta y señala a Santa María del Campo Rus, el lugar donde expiró Jorge Manrique, como epicentro de esa sincronicidad. ‘Teoría del Quijote con Jorge Manrique al fondo’, así se intitula el libro que pronto ha de ver la luz editado por la Diputación conquense.
Pero los promotores del Triángulo tendemos puentes, no los demolemos. Y es Paredes de Nava, la hermosa villa palentina, el otro gran foco de reivindicación, enaltecimiento y difusión manriqueña. José Herrero, gran promotor y cónsul permanente de Palencia en Madrid, comparte con el triángulo conquense, además de cordiales lazos de amistad, un mismo fervor y unos objetivos tan afines como claros. Irradiar lo manriqueño, fomentar su disfrute en nuestra sociedad, acrecer su visibilidad e impactos. Estudioso del condado de Paredes, que ha perdurado hasta nuestros días, con momentos de gran influencia (como en el reinado de Felipe IV), considera la implementación de líneas de colaboración, intercambios y proyectos conjuntos. Desde Paredes y el Triángulo, desde dos áreas de la España profunda y rural, se puede implicar no a dos sino hasta a cuatro comunidades autónomas: las dos Castillas (norte y sur) pero también Madrid (corte poética en Alcalá de Henares del Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, que era conquense por cierto) y Andalucía, con el feudo de don Rodrigo y posible lugar de crianza de Jorge Manrique, Segura de la Sierra. Los amigos de Palencia no cejan ni cesan en el empeño y así, han presentado recientemente otra edición de las Coplas, primorosamente ilustrada a su vez. Y cuentan ahora, además, con la presencia y el empuje del nuevo conde de Paredes, que también lo es de Consuegra, Jaime Travesedo, un hombre joven, culto y con sentido del arraigo. Sin duda, otro importante impulso de modernidad y de renovación para el magno proyecto manriqueño. La raíz y el humus palentino unido a la culminación castellano-manchega de la obra y vida manriqueñas: alfa y omega, omega y alfa.
No queremos encontrar Abril. Queremos que Abril nos encuentre a nosotros. Sentir la verdura efímera de las eras, disfrutar la eclosión fugaz de las florecillas en los campos, escuchar los pajareros coros de los copudos árboles, admirar la renovación de la vida, sentirla fluir en nuestras venas, aun sabiendo que un día dejará de hacerlo. Volver a disfrutar del amor, de la poesía, de todo lo hermoso que sucede en este extraño viaje. Y que Abril entronice por fin a su mayor poeta, fundiéndose en un abrazo imperecedero con don Jorge.