Juan Patricio Riveroll: “Assange o Snowden serían el Che Guevara de nuestra generación”
En la sala del departamento de la cubana María Antonia González, en el otrora Distrito Federal, dos jóvenes condenados a la historia hablan de las injusticias cometidas por el golpe de Estado en Guatemala; de la acelerada expansión del imperio yanqui, y del fracaso del sistema económico en América Latina. Son Fidel Castro y Ernesto Guevara. Ambos comparten las mismas ambiciones. Los dos asumen que la única vía de cambio es la guerrilla. El escritor mexicano Juan Patricio Riveroll (Ciudad de México, 1979) da vida a esas conversaciones en su nueva novela Al filo de la revolución, publicada por la editorial MR. Aunque el texto se enfoca en la figura del Che Guevara durante su estancia en México previo a la Revolución cubana, se reviven las andanzas de algunos implicados que, por gusto o no, también llegaron refugiados a este país.
“Yo quería saber qué había sucedido en México antes del conflicto armado. Me llamó la atención encontrar a un Che Guevara muy diferente a lo que todos se imaginan. Me di cuenta de que no era el icono en el que se convirtió después de muerto. Era un personaje mucho más humilde y abierto”, cuenta Riveroll para EL PAÍS. En su calidad de anónimo, de viajero que busca aventura, el médico argentino tiene la oportunidad de analizar el coste social que implica el autoritarismo. Lo ve en su propio país, luego en Perú, más tarde en Guatemala y lo observa también en México. El Che, interesado por la política, no pierde el tiempo: aprende del experimentado Fidel Castro las ideas políticas que él mismo plasmó en su discurso de autodefensa —publicado bajo el título La historia me absolverá— cuando fue condenado a prisión por el régimen de Fulgencio Batista. Guevara, además, sostiene discusiones que lo harán crecer intelectualmente con la economista peruana y dirigente del Partido Aprista Peruano, Hilda Gadea, con quien luego se casa y tiene una hija. Finalmente, logra la concreción de los preceptos teóricos con ayuda de las enseñanzas prácticas de táctica de guerra que le mostró el republicano Alberto Bayo, un cazador de dictaduras que en aquel tiempo se hallaba exiliado en México.
Al amparo de la ficción, esta novela histórica desacraliza a los que fraguaron la revuelta. Juan Patricio Riveroll le da a cada personaje la oportunidad de desenvolverse, de mostrar inquietudes y deseos. Acerca la conspiración a la gente y al santo (al héroe) lo vuelve humano. “No fue muy difícil porque el personaje principal de esta novela, el Che, es muy humano en sí mismo. Cambia de opinión varias veces respecto hacia dónde va a dirigir su vida”, matiza el también autor de novelas como Punto de fuga (2014) y Fuegos artificiales (2015). Guevara es fotógrafo, es oyente de las prácticas médicas en el Hospital General de México, es un fantasma en la ciudad intentando ganarse la vida.
Buena parte de los diálogos y conversaciones que se sostienen en esta ficción fueron tomados por el autor de varios documentos, entrevistas y discursos que solo un hecho así podría registrar la historia. Este libro muestra la batalla que cada uno de los cuatro personajes principales enfrentó previo a la gran guerrilla en Sierra Maestra. En algunos documentos oficiales se descuida esta parte, la que tiene que ver con las luchas de carácter cotidiano: las contradicciones internas o las propias inseguridades; aquellas que no exigen un fusil al hombro, pero sí determinación y valentía.
La novela de algún modo invita a pensar en el presente, en la carencia ideológica a nivel global. En redes sociales algunos líderes de opinión llegan a utilizar irresponsablemente términos como comunismo o socialismo. Se tergiversan los símbolos e incluso se vuelven objetos de venta. “Hay discursos muy vacíos y huecos que tratan de agarrarse de ideas fuertes, pero es solo una apropiación de la cultura a un nivel muy superficial. Pero también hay personajes como José Mujica que llegó a la presidencia luego de mucha actividad política con toda una teoría detrás; él además fue guerrillero y una persona llena de significados. Quiero decir que aun en este mundo aparecen personalidades así. Tal vez el Che Guevara de nuestra generación podría ser Julian Assange: a través de medios digitales y el hackeo intentó lograr lo que los personajes de la Revolución intentaban de otra manera. Edward Snowden también sería uno de estos revolucionarios posmodernos globales”, infiere el novelista.
Por otro lado, algunos líderes de hoy -que no héroes-, los influencers, han cobrado peso en ámbitos políticos al inmiscuirse en temas que generan un impacto directo en las decisiones de la polis. Uno de los casos más recientes ocurrió en las elecciones mexicanas de junio pasado: a coro, una tanda de influencers intentó dirigir el voto en favor de las propuestas del Partido Verde, organización política que desde las elecciones de 2018 recurrió a la misma maña. “Con las redes sociales se ha podido democratizar un poco la información. Pero la formación de líderes o influencers muy superficiales y sin responsabilidad política es el lado negativo de todo esto”, sentencia Riveroll.
Ahora mismo, en Cuba, se lidian nuevos enfrentamientos con consignas y demandas similares que las de hace 70 años. La historia es un ente vivo y caprichoso: un día un anónimo se convierte en héroe local o en villano internacional; al siguiente, según convenga, se relega al olvido o se vuelve un souvenir. Los protagonistas de la Revolución cubana, por ejemplo, dan cuenta de lo voluble que puede ser un suceso en el tiempo. Sin importar lo ocurrido con cada uno de ellos, hay todavía espacios en blanco con respecto a lo que pasó previo al movimiento armado. Al filo de la revolución es una novela que busca llenar algunos intersticios que quedaron huecos en ese gran episodio del siglo XX.