‘La realidad es el sustento básico de la ciencia ficción’: R. Bastidas
Cada uno de los cuentos que el escritor colombiano Rodrigo Bastidas recopila en El tercer mundo después del sol, su impresionante antología de ciencia ficción latinoamericana, logra crear ruidos e imágenes que aterran y capturan al lector: sci-fi en estado puro que tiene su origen en las garras de lo ancestral. En mitos, pirámides y plantas sagradas, y no solo en la inteligencia artificial de un supercomputador chino, una nave perdida de la Nasa o en los dedos de un hacker ruso.
En relatos como La conquista mágica de América, del chileno Jorge Baradit, y Les Pi’Yemnautas, de la argentina Teresa P. Mira de Echeverría, aparecen magas, cabalistas y truenos sobre tierras mapuches. Other voices, de la boliviana Giovanna Rivero, pone sobre la mesa las sinapsis neuronales, las pepas y el postpunk para recorrer los fantasmas y las penas en el alma. La cubana Maielis González aterriza con emojis, transferencias de datos, máquinas y archivos fílmicos para futuros artificiales en Slow motion.
La antología de Bastidas reúne el trabajo, en los últimos diez años, de 14 autores latinoamericanos, y arroja una nueva luz sobre nuestro mundo y la tecnología. El tercer mundo después del sol es la carnada perfecta para sumergirnos en las aguas de un género que toma cada vez más fuerza y sigue consolidando un grupo de lectores ansioso que sueña y respira ciencia ficción.
¿Cuáles son los temas recurrentes en la ciencia ficción en Latinoamérica hoy en día?
La ciencia ficción en Latinoamérica está explorando una serie de temáticas que antes habían sido tomadas por el realismo como propias, pero que ahora se expanden hacia otras formas narrativas. Quisiera nombrar una que me parece importante: actualmente, dado que mucho del realismo se ha encerrado en el intimismo, la literatura del Yo y la autoficción, se ha dejado el camino libre para que los géneros de la imaginación (ciencia ficción, terror, fantasía) reelaboren momentos específicos de las historias nacionales a través de un filtro nuevo.
¿Cómo nos relacionamos los latinoamericanos con la ciencia ficción?
A inicios del siglo XX había un afán de imitación, de copia de los grandes escritores estadounidenses, ingleses y rusos. Años después, a mediados de siglo, en países como Argentina se leyó la ciencia ficción como una de las vertientes del fantástico que imperó como género. Desde ese momento hasta hoy fue vista en los círculos más tradicionales como una literatura evasiva, juvenil o de baja calidad; sobrevivió gracias a grupos cerrados que siempre se mantuvieron en el borde del campo literario mainstream.
¿Cuáles temas de las muchas realidades de nuestra región podríamos convertir en ciencia ficción?
La realidad es el sustento básico de la ciencia ficción; cualquier tema actual es un campo que puede ser atravesado por la literatura de la imaginación. Dos ejemplos de cómo se han creado esos diálogos fluidos son la novela gráfica El eternauta con guion del argentino Germán Oesterheld y la novela Mañana las ratas del peruano José Adolph, textos que hicieron profundas críticas sociales a partir de las dictaduras de sus países.
¿De qué manera los imaginarios sociales, políticos e incluso religiosos latinoamericanos son un caldo de creación para relatos del género?
La ciencia ficción ha servido en muchos casos para construir mundos extrapolados que hablan de lo social. Un claro ejemplo de esto es Iris, del boliviano Edmundo Paz Soldán (una de las mejores novelas de ciencia ficción escritas en el continente), que señala los problemas del extractivismo, de las guerras económicas y de una religiosidad funcional para los Estados corruptos. La literatura de la imaginación permite, irónicamente, hablar de manera más directa de “lo real”.
¿Cómo se rompe en nuestra región con la idea predominante de la ciencia ficción hecha, por ejemplo, en EE. UU.?
Al leer la ciencia ficción latinoamericana encuentro que no se busca un rompimiento sino un diálogo. La ciencia ficción, como género, nace de las revistas populares anglosajonas y tuvo autores que marcaron hitos como Ray Bradbury, Octavia Butler o Philip K. Dick. En Latinoamérica, los lectores y autores de ciencia ficción crecimos leyendo esos hermanos mayores y muchos empezamos la escritura siguiéndolos o imitándolos; con el tiempo, las voces de nuestros países empezaron a tomar una identidad propia para, como dice el escritor Jorge Baradit, “llegar a ser lo que uno es”.
¿Cómo agitar el abanico de la editoriales en la ciencia ficción?
Creo que una antología como El tercer mundo después del sol permite que se cierren ciertas brechas entre la literatura realista y la literatura de la imaginación en el campo editorial. Pero ya antes otros eventos habían dado campanazos de alerta sobre la importancia vital del género: la propuesta de Mariana Enríquez de dar exclusividad al terror, la ciencia ficción y la fantasía para el Premio del Fondo Nacional de las Artes, la aparición de editoriales independientes dedicadas al género, la gran cantidad de autores de Bogotá 39 que escribieron novelas de ciencia ficción, la relevancia de escritoras como Rita Indiana, Pola Olaixarac, Claudia Aboaf o Liliana Colanzi, que han publicado textos de ciencia ficción. Los lectores esperamos que todos esos impulsos permitan que cada vez el sector editorial se interese más por el género.