‘Quiero acercar los niños a la naturaleza con mis libros’

«El páramo me sirve para estar en conexión con la naturaleza y de inspiración para mis libros”, dice Amalia Low desde su casa en Guatavita. Sus libros son un retrato de esa inspiración. Las aves, los animales, los árboles y el verde le sirven para cumplir su objetivo de invitar a conectar con la esencia humana, a ver la vulnerabilidad del otro, a compartir, descubrir y ser empático con todos los seres del planeta.

Amalia nació en Japón en 1965. Dice que fue pianista profesional. Pasado. Aunque la música que acompaña sus libros demuestra que lo sigue siendo. Sin duda, su trayectoria artística es extensa: primero dando conciertos de piano clásico en Bogotá; luego como pintora, exponiendo su obra desde 1991 en Colombia, Suiza, Japón, Francia y Canadá, y también como acompañante de cantantes en una serie de obras teatrales cómicas en Ginebra (Suiza).

Sin embargo, su más reciente pasión, que mantiene desde su regreso a Colombia en 2006, es la escritura e ilustración de libros álbum. Ha publicado ocho libros con Ediciones B (Colombia y España), de los cuales ha vendido más de 20.000 copias.
EL TIEMPO conversó con la escritora por su más reciente libro: El flamenco calvo y los cazadores de aves.

¿Cuál es su animal favorito y por qué?

Mi animal favorito es algo raro. Es la lombriz. Como ahora estoy aprendiendo a cultivar, descubrí que este ser es un milagro. De lo fabuloso y milagroso que es, es incomprensible. Es un ser que transforma basura en oro.


El flamenco calvo salvará a las aves exóticas.

¿Cuál es su color favorito y por qué?

Mi color favorito en este momento es el terracota porque tiene, a su vez, algo del rojo, el vigor, pero también es terrestre y cercano a las hojas secas. Me parece un color extraordinario.

¿Cuál es su música preferida?

Yo soy apasionada de Brahms, es mi compositor preferido. Cuando toco la música para piano para Brahms, me siento como si me elevara hacia el cielo.

Amalia, ¿cuál es su juego preferido?

Me encanta jugar a construir cosas. Ahorita estoy tratando de aprender mecanismos de autómatas. Me compré un libro sobre autómatas de papel y estoy aprendiendo, recorto y pego. Me gusta hacer cosas con las manos.

Qué delicia el contacto con el páramo, me imagino que le sirve para inspirarse…

Sí, cada vez más me quiero acercar a una manera de escribir que despierte en los niños el amor por la naturaleza, por los animales, sobre todo por nuestra naturaleza colombiana.

¿De dónde viene ese amor por la naturaleza?

Tuve la fortuna de vivir parte de mi infancia en los Estados Unidos, en Virginia, donde había bosque pegado a la casa, y creo que fueron los años más felices de mi vida. Eso me quedó resonando y ya cuando mis hijos se fueron del nido y que ya no había que estar cerca ni de colegios ni de ciudades, tomé la decisión de regresar a ese llamado.

¿Qué tantos pájaros hay en donde vive?

Hay bastantes; muchos colibríes, creo que puedo contar unas diez especies diferentes, están todo el tiempo en el jardín. El cacique candela se ve bastante. El turpial, extrañamente. Y hay unos faisanes grandes que medio vuelan. Creo que si me compro unos binóculos y me pongo más seriamente a mirar pájaros, encontraré más.

¿Cómo fue ese contacto con la naturaleza en su infancia?

En esos años en los que pude estar tan cerca del bosque, creo que sentía una paz y felicidad infinitas, y también en Virginia hay muchos pájaros muy hermosos. Se veía un cardenal rojo, un pájaro azul… y teníamos un riachuelo cerca de la casa. Entonces, ¿cómo no ser feliz? Nunca estaba adentro de la casa, siempre estaba corriendo con los amigos por el bosque y siempre, según las estaciones, jugando en la nieve o, en el verano, con el agua. Fue una parte de mi infancia muy feliz y cuando regresamos a Colombia fue el infierno porque regresé a la ciudad, y eso que en esa época Bogotá era más pacífica. Realmente para mí fue un quiebre. Lloraba todos los días porque añoraba regresar a ese paraíso. Menos mal ahora pude volver al bosque.

¿Cuándo empezó a escribir y a pintar?

Tuve la fortuna de tener padres que me leían desde pequeña y apenas aprendí a leer, como a los cinco años, lo único que veían mis padres era un ser escondido detrás de un libro. Mi papá me llevaba siempre los domingos a comprar helado y cómics. Entonces yo fui muy fan de los cómics, después quise más letras y me volví lectora de cuentos de hadas y después de novelas para la juventud. Y creo que a medida que uno lee, también quiere escribir. Desde adolescente escribía cositas, poemas; tenía un diario, escribía mis pensamientos acerca de la vida y al mismo tiempo necesité expresarme mucho a través de la pintura. Pintaba mamarrachos expresionistas, gritos, manos alcanzando a la luna y todo ese tipo de cosas que uno siente en la adolescencia de la cantidad de emociones que hierven en las tripas.

Toda mi vida estuve siempre cerca de la pintura de forma autodidacta y por necesidad pintaba las cosas y luego las botaba porque no tenía la intención de exponer ni hacer de eso una profesión. La escritura también siempre me acompañó, pero en realidad yo soy música de profesión. Fui pianista clásica y luego me encaminé hacia la educación musical. Tengo una maestría en educación musical que siempre ha sido una pasión. Me encantan los procesos de aprendizaje, me encanta ver cómo el cerebro hace para tocar una pieza… En fin. Me gusta mucho eso. Ver cómo funciona el aprendizaje en el humano. En mí misma también. Y, finalmente, después de mucho tiempo, yo tengo tres hijos y con ellos viví muchos años en Suiza. Teníamos la biblioteca al lado y sacábamos toneladas de libros ilustrados, y así como que uno se empieza a formar en el libro ilustrado y ahí encontré mi lenguaje preferido: poder unir la pintura, la escritura, al imaginación, el deseo de reflexionar sobre la vida y, últimamente, también he podido integrar la música entre mis libros.

¿Cómo hace para romper la estructura mental de adulto y lograr una comunicación con los niños?

Yo creo que mi corazón siempre estuvo muy pegado a la infancia. Yo me siento muy cercana a los niños y siento que la Amalia de cuatro o cinco años está siempre presente y yo escribo con ella y para ella. Creo que por eso mis historias resuenan en el corazón de los niños.

Los adultos a veces nos dejamos llevar por los afanes cotidianos y nos olvidamos de las cosas más sencillas que nos hacen realmente felices…

Sí, definitivamente. Pero igual a mí me toca asumir la vida de adulta también. Entonces al escribir me toca desconectarme de la adulta, y es muy importante que uno como escritor para niños no esté infectado del veneno del adulto, de las obligaciones y del deseo de enseñar didácticamente las cosas. Entonces trato de meterme mucho en desprenderme completamente durante el trabajo…

¿Cómo ve que ahora los niños se la pasan pegados a las pantallas?

Yo pienso que hay un cierto cansancio que se va a instalar en los humanos, el de estar pegados a las pantallas. Este es el momento perfecto para introducir el libro. Cuando los adultos leen con los niños, se forma un lazo emocional y sensorial muy fuerte que va a ser muy importante y muy bonito. Yo creo que probablemente va a crecer el deseo de leer. Siento que los humanos necesitamos sentir que nuestro cerebro está siendo masajeado por todas partes y no solo en una cierta área. Creo que la pantalla nos estimula una parte del cerebro; en cambio, la lectura masajea todo el cerebro. Las imágenes nos hablan por un lado; las palabras, por otro. Va a ser un momento crucial para padres y profes de introducir más libros a la vida de los niños.

¿Cuál es la historia de El flamenco calvo y los cazadores de aves?

Yo tenía un proyecto de libro sobre aves de Colombia, especialmente de aves en vía de extinción. Y había hecho varias ilustraciones de aves y quería hacer un libro que tuviera canciones y movimientos que se pudieran hacer, movimientos tomados del yoga o del chi kung, o simplemente la respiración. Quería integrar varias cosas en un libro para trabajar con primera infancia, y que sirviera tanto para padres como para maestros de jardines infantiles. Y también que despertara en los más grandes un interés por las ciencias de ornitología o por la observación de aves, ya que Colombia es el país que más especies de aves tiene en el planeta.

Entonces quería hacer algo que no fuera demasiado serio y como una cartilla de aves, sino algo más juguetón. Yo ya tenía entre mis personajes al flaminco calvo. Y como ese flamenco es un creador, es vulnerable porque no tiene ni una pluma, es todo desnudo, y quería utilizar a este personaje central. Quería que él fuera el que introdujera esas aves. Es una aventura sencilla donde el flamenco calvo ayuda a las aves a esconderse de los malos y al final los malos terminan encerrados en la propia jaula que ellos construyeron. Y para agradecerle al flamenco calvo por ayudarles, todas las amigas aves le fabrican un traje que le permite volar y estar vestido y glorioso. Al final, él ya hace las ilustraciones de sus amigas y les escribe canciones. Pude integrar estos dos proyectos en un solo libro que creo que tiene muchos elementos tanto de fantasía como de realidad.

Jairo Aníbal Niño era un gran defensor de recuperar la capacidad de sorprenderse, una capacidad que tienen los niños sin problema… ¿Usted no ha perdido esa capacidad?

Creo que gracias a mi trabajo cerca de la infancia, por eso me toca siempre estar jugando. Si no juego, no puedo hacer mi trabajo. Siento que vivo en otro mundo, un mundo que está un poco desprendido de la realidad. Entonces me imagino que ese mundo es el del juego, y jugar es lo que me permite crear libros. Después de jugar y jugar, tiene que plasmar el trabajo en el mundo real, pero la mayoría del tiempo siento que estoy como en una nube.

Cuando tiene que bajarse de esa nube y encontrarse con esa realidad, ¿qué es lo que más le entristece?

De la realidad me entristece mucho la situación de injusticia, me rompe el corazón la corrupción de los dirigentes, el abuso, la falta de interés por la educación y por las artes. Me da rabia la situación de nuestro país. No puedo ver noticias porque me da tanta rabia y tristeza que casi que quisiera desaparecer del mundo.

¿Hay algo que le genere esperanzas?

Tengo la esperanza de que algún día haya un gobierno que le apueste cien por ciento a la educación porque no tener una buena educación es la destrucción de nuestro país.

¿Cómo ve el futuro de los niños y niñas?

En mis libros, todo lo que escribo va hacia una conciencia sobre los valores trascendentales. Mis libros todos muestran que tenemos que focalizarnos en la amistad universal, en la sanación de nosotros mismos y del mundo. Y todos terminan felices mostrando cómo es de bonito un mundo donde los valores que trascienden la pequeñez humana… mis libros muestran que es importante uno preservar el tejido de la belleza de los valores y el respeto y el amor entre humanos. Creo que los niños que leen mis libros reciben unos buenos mensajes que quedarán en sus corazones como una semilla de paz.