Halloween: de los celtas a Colombia
La historia cuenta que se remonta a la noche de Samhain, una antigua festividad celta que marcaba el inicio del invierno y el primer día del Año Nuevo. Una época en la que las barreras entre el mundo natural y el sobrenatural se desdibujaban, pues esa noche los espíritus de los muertos podían visitar la Tierra y los seres humanos penetrar en los dominios de los dioses y en el más allá.
Para lidiar con estas presencias, las personas realizaban ofrendas y consultaban oráculos. A pesar de que los pueblos celtas fueron cristianizados, la festividad de Samhain persistió. Esto hizo que la Iglesia adaptara la fecha al calendario cristiano, asimilándola a la Fiesta de Todos los Santos, y así como previamente se pagaba tributo a las deidades celtas, ahora se recordaba a santos y mártires.
Varias costumbres y rituales sobrevivieron con ciertos cambios, perdiendo su significado religioso y adquiriendo un carácter más profano. Por ejemplo, utilizar disfraces y máscaras para imitar a las criaturas sobrenaturales y visitar las casas vecinas para recibir los tributos.
Cierta simbología también permaneció, especialmente la relacionada con los búhos y los murciélagos, que antiguamente servían de mensajeros con los antepasados.
Debido a la expansión del cristianismo fuera de Europa, la fiesta de los Santos se difundió y se popularizó en otros continentes. Pero las tradiciones celtas de Halloween se mantuvieron en áreas célticas de Gran Bretaña, Escocia, Irlanda, Gales y la zona norte de Inglaterra, y sólo llegaron a Estados Unidos con los inmigrantes que arribaron masivamente a estas tierras tras la hambruna de 1845.
En Colombia comenzó a sentirse durante los años 60. Era una práctica infantil de las élites. Gracias a los medios de comunicación se difundió entre el resto de la población y para finales de los 70 era común en ciudades como Bogotá.
Actualmente se ha expandido prácticamente por todo el país y, pese a los señalamientos de algunas denominaciones cristianas, trasciende edades, clases sociales y regionalismos, permitiendo asumir identidades y comportamientos que en otra época del año serían mal vistos.