Nobel de Literatura: ‘En Europa hay reticencia a los migrantes’
Entrevista con Abdulrazak Gurnah, ganador del nobel en el 2021. Es el cuarto africano en obtenerlo.
Sucedió a fines de los 80, cuando la Unión Soviética aún estaba en Afganistán peleando una guerra que no terminaba nunca. Un grupo de afganos secuestró un avión que hacía un viaje en el país, y obligó a los pilotos a cambiar su destino radicalmente: Londres. Su plan era pedir asilo en medio del conflicto. El escritor tanzano, nobel de Literatura, Abdulrazak Gurnah, que llevaba años instalado en Inglaterra, vio por televisión cómo el avión aterrizaba en suelo británico vigilado por decenas de policías.
Y luego presenció el descenso de los pasajeros: afganos de todas las edades en absoluto preparados para salir de su país y mucho menos para llegar a Europa. Entre ellos, Gurnah se fijó en un hombre mayor de barba gris que le caía casi hasta su ombligo. Al día siguiente todos pidieron asilo a las autoridades inglesas.
“Y ese viejecito de la barba, ¿qué tiene en mente al dejar su país, su vida, a esa edad? ¿Este señor entiende lo que está haciendo?”, se preguntó Gurnah cuando se enteró de la noticia y no dejó de darle vueltas a la idea. Al final, terminó escribiendo una novela que nació de aquel inmigrante inesperado, llamada A orillas del mar.
Esa historia es una de tantas que se han reportado durante décadas en el mundo. Los casos, sobre todo, cobran relevancia cuando hay víctimas, como la muerte de al menos 23 migrantes que intentaron ingresar por la fuerza al enclave español de Melilla desde Marruecos la semana pasada. Las imágenes dantescas le dieron la vuelta al mundo y pusieron en duda la actitud de las autoridades, pues se trata de la cifra más alta de fallecimientos registrados entre los numerosos intentos de migrantes subsaharianos de entrar a ese lugar.
De igual forma, se conoció que 53 personas murieron de calor en un camión en San Antonio, Texas (Estados Unidos). Estaban hacinadas con otras 14 cuando intentaban ingresar de forma ilegal. Al menos cinco eran menores de edad, según la prensa local. El caso es el más mortífero de tráfico de personas en la historia reciente de ese país.
En un encuentro por Zoom en marzo de este año, Abdulrazak Gurnah habló sobre el lanzamiento en español de su libro sobre migrantes. Nacido en Zanzíbar en 1948 y residente en Gran Bretaña desde los 18 años, el escritor fue académico desde los 80 en la Universidad de Kent, especializado en literatura poscolonial hasta su reciente jubilación. Paralelamente, escribió una decena de novelas que ahora están siendo redescubiertas. Desde que ganó el Nobel en 2021, ha estado en una inesperada vorágine pública.
Respetado por la crítica anglosajona y dos veces finalista del premio británico de novela Man Booker, el nombre de Gurnah fue una sorpresa de la Academia Sueca. Es el cuarto africano en ganar el Nobel en toda su historia. Él tiene una explicación:
“¿Cuántos indios o chinos o japoneses han ganado el Nobel de Literatura? La pregunta también es por qué han sido siempre europeos. Y creo que la respuesta es obvia: eso expresa que a las producciones literarias no europeas se les da un valor menor. Pero eso es así, no se puede dar la vuelta a la historia. Quizás hacia adelante, autores de otros continentes o con otros antepasados tengan más reconocimiento. Es una expresión del provincianismo de la Academia Sueca”, sostuvo.
Resistencia racista
“Soy un refugiado, un solicitante de asilo. No son palabras huecas, aunque el hábito de oírlas haga que lo parezca”, dice Saleh Omar en la novela A orillas del mar, cuando cuenta su situación en Inglaterra: como aquel viejo afgano que impresionó a Gurnah, Omar también llega a buscar una nueva vida aparentemente bastante tarde. Tiene 65 años. Viene de Zanzíbar, lleva una maleta con unas pocas prendas de ropa, un pasaporte que terminará por probarse falsificado y una caja de caoba llena de incienso. Viene arrancando de una guerra civil en su país y trae una instrucción que sigue al pie de la letra: jamás hablar inglés, aunque lo sepa. Y lo sabe. Entiende perfectamente al agente que lo recibe en el aeropuerto, revisa sus papeles y se prepara para mandarlo de vuelta a su país.
“La gente como usted se viene aquí sin tener la menor idea del daño que causa”, le dice el funcionario inglés al recibir a Omar. “No encaja usted en este lugar, no valora las cosas que nosotros valoramos, no ha tenido que sacrificarse por ellas a lo largo de varias generaciones… y no lo queremos aquí. Le haremos la vida imposible, lo someteremos a toda clase de humillaciones y quizás incluso a actos de violencia”, añade el agente en la novela y sus palabras resuenan no solo a lo largo del libro, sino que también en la realidad que aún viven muchos inmigrantes en Europa. Es la posición que Gurnah planteó ante la prensa.
“Aún hay en algunas partes de Europa una reticencia a los migrantes. Una reticencia a lo extraño. Esta reticencia responde a un cierto racismo contra la aparición de estas personas”, dijo Gurnah. Y añadió: “Desde luego, no todos los países han actuado así. Alemania lo hizo muy bien al acoger a los sirios, Portugal también ha acogido a muchas personas. Pero en algunos países se habla de estos movimientos de personas como si fueran delincuentes, que son personas para robarnos la prosperidad, para arruinar nuestras cómodas vidas”.
“¿Qué piensa cuando ve avanzar hacia Inglaterra a tres millones de ucranianos?”, le preguntó un periodista español a Gurnah, abriendo el tema ineludible de la invasión a Ucrania por parte de Rusia.
“Lo que siento es compasión. ¿Qué más puede uno sentir ante un ataque cruel y malvado sobre los hogares de muchas personas? Es terrible ser testigo de esto. Solo se puede sentir tristeza al ver cómo se les obliga a esas personas a dejar sus casas. En cierto modo, tienen algo de suerte: hay muchos países vecinos que han respondido con cierta compasión, pero no todos los pueblos son tan bien recibidos. Para mí no resulta nada sorprendente que los europeos muestren mayor simpatía por los ucranianos, son sus vecinos, algunos incluso son parte de las mismas familias. Aunque no sea sorprendente, es triste que este tipo de hospitalidad o preocupación humana no siempre se extienda también a los afganos, sirios o iraquíes que, por ejemplo, llegaron a las fronteras de Polonia y Bielorrusia. Y fueron devueltos después de estar expuestos en la intemperie en pleno invierno. Aunque ahora ese comportamiento ha empezado a cambiar”, dijo.