100 años de Isaac Asimov, el diseñador del futuro.

No se trata de una paradoja. El hombre que diseñó el futuro fue un experto en historia antigua. Su sabiduría sobre tiempos y civilizaciones pretéritas le permitió imaginar, anticipar e inspirar acciones, objetos y debates de generaciones posteriores. Su nombre es sinónimo de ciencia ficción. Isaac Asimov fue un genio y potenció aquel destino humano con la rutina de un robot. Su colección de libros sobre los imperios romano, griego, egipcio, sus estudios sobre Constantinopla, la tierra de Canaán y los fenicios se suma a una vasta obra de casi 500 libros, que incluyen (ciencia) ficción, ensayos, estudios sobre Shakespeare, poesía y textos de divulgación científica. El pasado 2 de enero se cumplieron cien años de su nacimiento, y mientras Apple prepara una serie de TV basada en su célebre saga de la ‘Fundación’, asistimos a un mundo que parece construido por su ingenio y visión: la convivencia de humanos con robots, la alerta sobre el calentamiento global y la lucha por la igualdad de la mujer.

Asimov nació en Rusia, en una familia ortodoxa judía, en 1920, 370 kilómetros al sur de Moscú. Sus padres se mudaron a Estados Unidos, a Nueva York, cuando tenía 3 años. Adoptó el inglés como única lengua y se alejó de las creencias de la fe de sus padres.

Asimov sufrió lo que hoy se llama ‘bullying’. Su baja estatura y su inteligencia lo apartaban de los demás. “¿Fue usted un niño prodigio?”, le preguntaron en una entrevista: “Sí, en realidad sigo siéndolo”. Su padre montó una tienda de caramelos abierta los 365 días del año, donde vendía revistas y folletines. Los de ciencia ficción impactaron al pequeño de inmediato. Muy joven publicó cuentos en estas ediciones mientras estudiaba química, carrera que continuaría hasta doctorarse en Columbia.

Ahora sí estamos ante una paradoja: el hombre que más escribió sobre robots y tecnología del futuro jamás utilizó un computador. Su producción, 484 títulos, la realizó en una máquina eléctrica de escribir.

‘Best seller’ indiscutido, convirtió su nombre –a pesar de que los editores habían intentado persuadirlo de que utilizara un seudónimo que ocultara su origen– en un sello de prestigio y de seriedad intelectual. Más de 70 obras científicas llevan su nombre en el título, por ejemplo, ‘Guía Asimov para la Biblia’.

“En ocasiones me han comentado que tengo un ego del tamaño del Empire State”, decía Asimov, quien escribió tres autobiografías. En 1992 muere tras años de lucha contra el sida, que había adquirido durante una transfusión. Arthur C. Clarke, su amigo y uno de los tres grandes de la ciencia ficción (junto a Robert Heinlein), resumió en una pregunta la intriga que despertaba Asimov: “¿Qué se siente saberlo todo?”.

1. Las leyes de la robótica

Tenía fascinación por los robots, escribió una saga sobre ellos y acuñó la palabra ‘robótica’. ‘Yo, robot’ es la novela más conocida de esa colección. Asimov vaticinaba el impacto que tendría la incorporación de una tecnología computarizada en la vida cotidiana y laboral, no solo en cadenas de montaje, sino en tareas intelectuales y de cuidado (‘babysitters’): “Los robots harán los trabajos que hacen los hombres porque no usamos el cerebro”, aseguraba. La convivencia entre robots y humanos modificaría las relaciones, y surgirían nuevos, interesantes y complejos vínculos entre máquinas y hombres.

Asimov diseñó tres leyes de la robótica para entender este entramado, cruciales para evitar el abuso de esta tecnología: 1) Un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que un ser humano sufra daño; 2) Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley; 3) Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.

2. El ecologista

En 1988, Asimov, presidente de la Asociación Humanista Estadounidense, pronunciaba el siguiente mensaje: “Quizás ahora no tengan la perspectiva suficiente. Desde hace veinte años que hablo de esto: el efecto invernadero. Hay que controlar las emisiones de carbono a la atmósfera”. Asimov enumeraba entonces los factores y recaudos que el hombre debía comenzar a tener en cuenta en pos de la supervivencia de futuras generaciones. No es solo su discurso profético lo que llama la atención (sobre la capa de ozono, la contaminación de océanos, etc.), sino su precisión. Él consideraba que la clave residía en el Amazonas. “Es inútil que Brasil diga que puede hacer lo que se le da la gana, que la selva le pertenece. Brasil es apenas su custodio”. Asimov recibía críticas que denunciaban que aquel era un típico discurso hegemónico de Estados Unidos. “No, señores. Esta es la clave. Estamos ante un problema transnacional. Esto afecta a la Tierra entera”, aseguraba.

3. Su fe, la razón

Asimov no se consideraba a sí mismo un hombre religioso. No obstante la ortodoxia judía de su familia, nunca celebró su ‘bar mitzvá’. Estudió la Biblia con minuciosidad, y el resultado de aquella labor se ve en dos guías de lectura. “No es un libro de biología ni de astronomía. No creo que los primeros capítulos del Génesis sean palabras de Dios, sino la versión de un grupo de hombres que intentaron lograr el mejor sentido de cómo pudo haber comenzado el mundo”. Asimov buscaba soluciones racionales en todos los aspectos de la vida y aspiraba a influir de modo responsable con sus ideas: “Dado que aprecio la racionalidad, creo que tengo una habilidad de ser escéptico, de acudir a la evidencia para que las cosas tengan sentido. Así como hay gente que siente una llamada para difundir la palabra de Dios, creo que mi deber es difundir la racionalidad”. Se consideraba un humanista y criticaba la filosofía ‘new age’, las pseudociencias y supersticiones. Una de sus últimas novelas, ‘Anochecer’, alerta sobre el futuro de los fanatismos religiosos.

4. La psicohistoria

‘Fundación’ es una saga de novelas históricas del futuro que comienza en 1951 con la publicación de una novela homónima que narra la caída de un imperio galáctico y el surgimiento de uno nuevo. Aquí emerge el original concepto de Asimov sobre la psicohistoria, el tratamiento estadístico del comportamiento de las masas aplicado para predecir el futuro. Esta épica relata el desafío de Hari Seldon, quien busca reducir el impacto de una inminente edad oscura que someterá a la galaxia, siglos en los que el acervo científico y cultural se perderá para siempre. Jared Harris (‘Chernobyl’ y ‘Mad Men’) será el protagonista de esta serie que los amantes de la ciencia ficción y los lectores de Asimov esperan con ansiedad. Fue la lectura de ‘Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano’, de Eduard Gibbon, el detonante creativo de esta saga.

5. Igualdad de la mujer

‘La Nación’ entrevistó a Asimov con ocasión de ‘La mente vagabunda’ (1987), en la que afirmaba: “Nos guste o no admitirlo, la mujer sigue siendo, desde el punto de vista cultural, económico y social, una máquina de hacer chicos, y mientras no le permitamos escapar de ese papel histórico no podemos pretender seriamente reducir las tasas de crecimiento de la población mundial”. La superpoblación preocupaba a Asimov, y la liberación de la mujer sería la solución de este conflicto. “Hasta la Revolución Industrial, el destino de mujer y de madre eran inseparables (…). El encasillamiento de la mujer es el resultado de la campaña de persuasión más antigua y persistente de la historia. La mujer debe ser madre no solo porque está dotada para esa función, sino porque durante siglos le contaron que no hay tarea más noble sobre la Tierra. Mi mensaje es que la mujer del siglo XXI no tiene por qué vivir sujeta a los embarazos, la guardería, la escuela, ni dedicar casi todo su talento y esfuerzo a criar hijos. Si permitimos que tenga un lugar igual al del hombre en las principales actividades del planeta, ella misma elegirá reducir el número de hijos”.

 

FUENTE: EL TIEMPO