Cuando leerle a un perro puede ser un camino de aprendizaje

Una o dos veces por semana, la hermana de 10 años de Íngrid Saboyá Figueroa se conecta a su computador para encontrarse en la pantalla con Puskas, el perro de raza vizsla al que le lee cuentos.

Ella escoge cuál libro contarle entre las opciones que le recomienda Raquel Cuperman, dueña de Puskas y representante en Colombia de Reading Education Assitance Dogs, R.E.A.D., un programa diseñado en Estados Unidos para mejorar en los niños sus habilidades de lectura y de comunicación mediante el apoyo de perros entrenados para ello.

Cuperman tiene una maestría en Literatura Infantil y Juvenil y ha trabajado como docente y bibliotecaria por cerca de 20 años en colegios privados de Bogotá. Explica que se entrenó para trabajar en este programa porque “tiene que haber una manera de acercar a los niños a la lectura cuando no les gusta, la lectura es demasiado importante”.

Desde 2017 trabaja en Colombia con R.E.A.D., el cual también está presente en varios países como Australia, España, Estados Unidos, México, Chile, República Dominicana, solo por mencionar algunos.

Cuperman explica que los perros tienen ventajas enormes en los seres humanos. “Por muchas investigaciones sabemos que logran cambios fisiológicos y hormonales en el ser humano. Existen estudios según los cuales pueden bajar la tensión arterial de las personas y hacen que se produzcan en el cuerpo hormonas que generan bienestar”.

Un niño puede presentar dificultades con la lectura por varias razones: porque no tuvo un buen acercamiento inicial con la lectura, porque tal vez lo han regañado por no leer bien o se han burlado de él los compañeros cuando ha leído en público, o tal vez tiene problemas como una dislexia.

En estos casos, el apoyo de la lectura a los perros puede ser muy útil, porque cuando el niño le lee al animal este no lo juzga, no se burla de él, lo escucha con atención y es paciente; además, su presencia y cercanía le generan bienestar. El niño se relaja y con esta tranquilidad siente que puede leer.

Ahora, con la pandemia, Cuperman ha hecho sesiones virtuales, como las de la hermana de Íngrid, y le han dado resultados.

Además de trabajar con Puskas, antes de la pandemia también hacia sesiones en el centro canino de la Cruz Roja en Bogotá. Espera regresar cuando la pandemia lo permita.

Niños lectores y amigos de los perros

Cuperman sostiene que ha trabajado con niños con algunas discapacidades que han florecido y han desarrollado su autoestima de manera muy importante, chiquitos que no querían leer y ahora lo hacen fácilmente, adolescentes que han vuelto a descubrir la lectura y el amor por los libros, o niños que han estado encerrados durante estas cuarentenas y cuando ven aparecer al perro en la pantalla se les ve la cara de felicidad y no quieren que se acabe la sesión.

La hermana de Íngrid Saboyá es una de ellas. Comenzó a trabajar con Cuperman porque desde muy pequeña tuvo un dictamen de retraso del neurodesarrollo global y deficiencia cognitiva. Por dedicación y decisión de sus padres, los pronósticos de los médicos según los cuales ella no podría hablar ni caminar ni aprender a leer no se hicieron realidad, y en este proceso la lectura a Puskas ha sido fundamental. Íngrid cuenta que su hermana antes leía letra por letra y ahora lo hace de corrido y comprende lo que lee. Espera que las sesiones se puedan hacer presenciales, pues está segura de que el progreso será mayor.

Cuenta que cuando su hermana le lee a Puskas, este levanta las orejas o saca la lengua o muestra emoción en ciertos momentos de la lectura y eso emociona mucho a su hermana.

Ángela María Hernández Pardo es una mamá que llevaba a su hija al centro canino de la Cruz Roja. Es médica, con una maestría en Educación, y realizó un diplomado en terapias asistidas con caninos en Barcelona (España). Cuando regresó a Colombia encontró el programa de lectura con perros e inscribió a su hija. “Me parece un recurso muy interesante para hacer que los niños se interesen en la lectura”, afirma.

Su hija empezó con el programa cuando tenía 6 años, estaba comenzando el proceso lector en el colegio y el interés de la madre era ayudarla en este y motivarla. Alcanzó a hacer unas 18 sesiones antes de los confinamientos y, según su madre, los resultados fueron muy buenos, comprende y lee muy bien, y lo más importante es que le gusta leer. En su casa hay un perro y, aunque no está entrenado para ello, su hija le lee cuentos todas las noches y el perro se queda quieto mientras ella lo hace.

El cuidado del perro

Es importante entender que el perro entrenado para que los niños le lean es un ser sintiente y se debe cuidar y atender. Cuperman explica que no puede trabajar más de dos horas al día, “no es una máquina”, enfatiza, y después de cada sesión debe correr, salir y relajarse.

El adulto que acompaña al perro puede ser su dueño, o también puede trabajar con otra persona y su perro, pero ninguno de los seres humanos presentes en la sesión interviene para decirle al niño algo respecto a su lectura o su compresión. Solo interviene quien está entrenado en el programa para hacer su trabajo.

El programa también se aplica con otros animales, como gatos, y Cuperman explica que en las zonas rurales de Estados Unidos, donde los perros juegan un papel más de guardián, los niños les leen a gallinas que suelen ser sus animales de compañía.

CATALINA GALLO ROJAS
Para EL TIEMPO