Camila Sosa Villada: «Con mis cuentos intento demostrar de qué clase de veneno está hecha mi escritura»

Camila Sosa Villada está hecha de otra pasta. Es tierna y dura, muy sincera, y hablar con ella se parece a leerla. Argentina de Córdoba, maneja la línea y te lleva con ella. Acaba de publicar en España su segunda novela, Soy una tonta por quererte (Tusquets) después de que en 2020 irrumpiera en España con lo que, creímos entonces, se trataba de una novela fundamentalmente autobiográfica, En Las malas desfilaban «travestis» como ella, que reivindica tal palabra. Se llevó numerosos premios, llegó a siete ediciones en menos de un año y se tradujo ya a una decena de idiomas. Soy una tonta por quererte es, en cambio, un libro de relatos, pero Camila sigue estando en los cuentos. «La Camila de Soy una tonta por quererte bebía champán a las 11 de la mañana y se sentaba a escribir. Honrando a Dorothy Parker.», cuenta por correo electrónico. No le agradan demasiado las llamadas de Zoom y prefiere responder por escrito. A cambio, es generosa en las respuestas.

¿En qué más se diferencia la Camila de ‘Las malas’ de la de ‘Soy una tonta por quererte’?

La Camila de Soy una tonta por quererte no se preocupa por el dinero. Pobrecita la Camila de Las Malas, yendo a trabajar a una radio donde la trataban mal, haciendo giras por el país con un espectáculo pequeñito, recién abandonada por un músico que tenía el poder de dejarme sin trabajo. Todas las obras de teatro que había hecho hasta entonces no pude seguir representándolas porque el señor se enojó y se llevó la mitad de mi economía con su desplante. Pidiendo plata prestada para poder pagar el alquiler, siempre con la sensación de que no alcanzaba la vida para pagar tantas deudas.

Su faceta de dramaturga y actriz es menos conocida en España, ¿puede contarnos un poco de ella?

Comencé a hacer talleres de actuación de adolescente y escribía obritas para representar en la escuela. Luego, cuando vine a Córdoba a estudiar, comencé a hacer talleres en la universidad, hasta que un día me pasé de Comunicación Social a la Licenciatura en Teatro, junto a mi mejor amigo de entonces y de ahora, Marco, que fue el que me hizo tener coraje para ese movimiento. Escribo obras de teatro para mí, actúo para mí, porque hay una ausencia de personajes travestis en la historia del drama. Justo donde más abundamos porque es donde se nos permitía ser nosotras mismas, aunque sea un momento. Quería darme un lugar como actriz, por eso la escritora socorre a la actriz y le escribe sus personajes. En otros momentos, los públicos, las entrevistas, las giras, la actriz socorre a la escritora. Es como tener un abanico de oficios que me ayudan a enfrentar un mundo al que siempre recibí a través de una herida y ahora la que deja su estría soy yo. El tema de la escritora o la actriz no es el instrumento, que siempre es el lenguaje, para decir, para callar, para lastimar, simplemente para existir. El tema es el vehículo. Es decir, a veces es algo que no se puede capturar, como el teatro. En ese sentido la oralidad se dispersa después del aplauso y comienza a pudrir la cabeza de los espectadores en sus casas, de regreso a sus casas o yendo a cenar después de la obra.

¿Qué sucede en la escritura?

En la escritura esa oralidad se fija y es demasiado peligroso, pensar que las palabras pueden ser eternas. Escribir, por otro lado, no tiene un método. O no he podido hacerme con un método para escribir. Pasa o no pasa. Como el amor. Es muy difícil escribir ahora, sin tiempo, agotada, después de una pandemia que me dejó medio muerta de algo que no sé bien qué es, intuyo que viene de afuera, de los medios, de la política, de la concepción de que todo gesto es político. El runrún en nuestras cabezas fue inagotable, queriéndonos posicionar unos y otros de un lado u otro. Soy una tonta por quererte fue escrito aprovechando los momentos de inspiración, ese momento en el que la escritura sucede, porque tampoco sé forzar algo que no pasa. Soy una cuarentona que está más cerca de la resignación y la entrega que de la posibilidad de hacer algo. Por otro lado, escribir no aísla de las emociones. No resulta un blindaje jamás. De modo que voy con toda la vida a cuestas y cuando escribo esa vida adquiere más peso, es así, para qué andar con remilgos.

Leí que fue el escritor Juan Font quien le animó al cuento para demostrar su talento como narradora.

Juan Forn también es el culpable de que pienses que Las Malas es una novela autobiográfica cuando es el invento más grande del que fui capaz. Nunca te diría qué de cierto y qué de fábula hay en la novela, pero para jugar, supongamos que lo cierto son las travestis animalas que salen de noche convertidas en lobos o se bañan en sus lágrimas por un Hombre sin cabeza. La afirmación de que es un libro autobiográfico se da por sentado sin preguntármelo a mí. Pienso que es responsabilidad del prólogo de Juan. Eso me causó enojo para con él. Por suerte, como siempre he sido lenguaraza, se lo dije apenas me pasó el prólogo y él respondió que era para entrar directamente en el ojo del lector. Tenía razón claro, ahora que las ventas me pagan el bonito departamento en el que vivo y me codeo con la creme de artistas argentinos y de otros países. Pero mi queja fue que la gente pensaría que no soy una escritora sino una cronista de mi propia vida. Él me dijo que escribiera cuentos para demostrar de qué clase de veneno estaba hecho mi escritura. Y como a mí me gustan los desafíos tomé su sugerencia. Aquí están los cuentos, algunos, releídos en busca de errores, conmovedores, juguetones y complejos. ¡A mi salud!

¿Por qué escribir sobre uno mismo podría estar mal visto? ¿De una forma u otra no lo hace en algún momento todo escritor?

Creo que el problema es lo que los demás te devuelven. Escribir siempre es escribir sobre una misma. Ya te dije, sobre la herida que te hace el mundo o la que vos podés hacerle a él. Incluso aunque escribas sobre decapitados que enamoran a las travestis, incluso aunque escribas sobre una Machi que tiene poderes que nadie tiene. Pero no soy ninguna tonta por advertir cierto desdén por algo que hasta le han encontrado un nombre espantoso: autoficción. Claro, hablamos sobre lo que conocemos de la vida. Yo tengo la suerte de conocerme más a mí misma que las piedras ruinosas de Europa o la homofobia del Caribe. Tengo el privilegio de tenerme en las manos como una estatuilla y saberme de pe a pa, que de conocer de memoria los libros de historia universal que por otro lado, siempre fueron una mentira. Mi ignorancia sobre esos asuntos es envidiable, porque me permite hacer de mi escritura la verdadera escritura, que es el conjuro sobre esa maldición que es la identidad, el yo, bla bla bla…Nunca al escribir me pregunto estas cosas. Pero no soy ingenua. Por qué esa pregunta sí me la hacen a mí. Por supuesto, no tengo la respuesta, pero sí este gesto: ¿por qué piensan que una travesti del culo del mundo no puede inventar e incluso mentirles en la cara como tantas veces hicieron ustedes con nosotras?

 

FUENTE: EL MUNDO.es