Cinco poemas de Louise Glück, Premio Nobel de Literatura 2020

Glück fue premiada por su “inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, torna la existencia individual universal”, dijo la Academia Sueca al comunicar su decisión. El presidente del Comité del Nobel, dijo que Glück es “una poetisa del cambio radical y del renacimiento. No solo está comprometida con los errores y las condiciones cambiantes de la vida, sino que también es una poeta del cambio radical y el renacimiento, donde el salto adelante se da desde un profundo sentimiento de pérdida. En una de sus colecciones más elogiadas, The Wild Iris (1992), por la que recibió el premio Pulitzer, describe el milagroso regreso de la vida después del invierno en el poema “Campanilla de las nieves”.

La infancia y la vida en familia de esta escritora nacida en Nueva York, la estrecha relación entre los padres y los hermanos y hermanas son algunos de los temas en los que ha centrado su obra.

La poeta nació en New York y ha sido reconocida por publicar doce colecciones de poesía y ensayos sobre el género. Su primer libro publicado fue Firstborn, el texto con el que se le comenzó a reconocer como una de las mejores poetas estadounidenses.

Mañana lluviosa

No amas el mundo.

Si amaras el mundo habría

imágenes en tus poemas.

John ama el mundo. Tiene

un lema: no juzgues

si no quieres ser juzgado. No

discutas este punto

con la teoría de que no es posible

amar lo que uno renuncia

a comprender: renunciar

al discurso no significa

suprimir la percepción.

Fíjate en John, fuera en el mundo,

corriendo incluso en un día miserable

como hoy. Que

elijas no mojarte se parece a la patética

preferencia del gato por cazar aves muertas: completamente

consistente con tus dóciles temas espirituales,

el otoño, la pérdida, la oscuridad, etc.

Todos podemos escribir sobre el sufrimiento

con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente

algo más de ti misma; mostrarles tu clandestina

pasión por la carne roja.


El deseo

¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?

Yo pido muchos deseos.

Cuando te mentí

sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté

qué pediste.

¿Qué crees que pedí yo?

No sé. Que volvería,

que al final de alguna manera estaríamos juntos.

Pedí lo que siempre pido.

Pedí otro poema.

¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?

Yo pido muchos deseos.

Cuando te mentí

sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté

qué pediste.

¿Qué crees que pedí yo?

No sé. Que volvería,

que al final de alguna manera estaríamos juntos.

Pedí lo que siempre pido.

Pedí otro poema.


El dilema de Telémaco

Nunca me decido

sobre qué poner

en la tumba de mis padres. Sé

lo que él quiere: él quiere

‘amado’, lo que ciertamente resulta

muy exacto, sobre todo

si contamos a todas esas

mujeres. Pero

eso dejaría a mi madre

en la intemperie. Ella me dice

que en realidad no le importa

lo más mínimo; ella prefiere

ser descrita

por sus logros. No tendría yo mucho

tacto si les recordara

que uno

no honra a sus muertos

perpetuando sus vanidades, sus

auto-proyecciones.

Mi propio criterio me recomienda

exactitud sin

palabrería; son

mis padres y, en consecuencia,

los visualizo juntos,

a veces me inclino por

‘marido y mujer, a veces por

fuerzas contrarias’.


La terquedad de Penélope

Un pájaro llega a la ventana. Es un error

considerarlos solamente

pájaros, muy a menudo son

mensajeros. Por eso, una vez

se precipitan sobre el alfeizar, se quedan

perfectamente quietos, para burlarse

de la paciencia, alzando la cabeza para cantar

pobrecita, pobrecita, un aviso

de cuatro notas, para volar luego

del alfeizar al olivar como una nube oscura.

¿Pero quién enviaría a una criatura tan liviana

a juzgar mi vida? Tengo ideas profundas

y mi memoria es larga; ¿por qué iba a envidiar esa libertad

cuando tengo humanidad? Aquellos

que tienen el corazón más diminuto son dueños

de la mayor libertad.


La mariposa

Mira, una mariposa. ¿Pediste un deseo?

Uno no pide deseos a las mariposas.

Tú hazlo. ¿Pediste uno?

Sí.

Pues no cuenta.