La lectura que hace libres a cuatro personas condenadas

Muchos son los autores favoritos de Dorian Jaime Mejía Galeano, recluido en el pabellón 8 para la tercera edad de la cárcel de Cómbita, Boyacá, y uno de los principales usuarios de la biblioteca de esa penitenciaría, sino el más asiduoEn la respuesta a la entrevista con EL TIEMPO, Mejía escribe que los autores que siempre lee son Héctor Abad Faciolince, Manuel Mejía Vallejo, Rafael Pombo, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julia Navarro, Viktor Frankl, Ángela Becerra, Piedad Bonnett, Alfredo Molano, Santiago Posteguillo, Germán Castro Caycedo, Jostein Gardner, Albert Camus y Sándor Marái, y muchos más de una larga lista.

“En sus libros he podido encontrar situaciones difíciles y soluciones pensadas, me han enseñado que la vida no es un juego, que cada problema debe tener una solución y que los seres humanos, la mayoría de las veces, buscamos esos problemas. Entonces, el arreglo de la misma debe venir de nosotros”, dice.

Y le gustaría que la biblioteca de la cárcel de Cómbita no solo fuera más amplia, sino que tuviera más libros. De ahí la importancia de la campaña del Ministerio de Cultura y el Inpec, para que los colombianos donen libros a estos centros (ver nota al final de este artículo).

“En esta biblioteca me gustaría estar siempre –dice Mejía– porque lo saca a uno de la rutina, lo saca del penal y lo lleva a otros mundos, haciéndolo olvidar la dura realidad. Cuando estoy aquí me siento un hombre libre de pensamiento”.

Agrega que a través de la lectura ha aprendido, también, sobre convivencia y tolerancia, algo muy necesario para todos en estos días de pandemia. “Son muy importantes en la reinvención que obliga la emergencia y seguro nos van a servir en el futuro. Es más, cuando ingresamos a prisión eso es lo primero que aprendemos para poder aguantar la realidad que nos toca vivir”, afirma el también aficionado al deporte.

Y recomienda dos libros para estos momentos en los que es mejor estar en las casas: El mundo de Sophia, del noruego Jostein Gaarder, y El último encuentro, del húngaro Sándor Márai. “Ambos nos ayudan a aprender de la vida y su sentido, así como de filosofía, asignatura que se debería enseñar desde la primaria, para que solucionemos los problemas mirándonos a los ojos y con el diálogo y no recurriendo a la violencia”, escribe.

Viaje imaginario a Afganistán
Pese a que está recluida, Ángela María Restrepo ‘viaja’ y cuenta que el lugar más lejano al que ha ido es Afganistán, con el libro Cometas en el cielo, del estadounidense de origen afgano Khaled Hosseini. “Es un país con ricas tradiciones ancestrales que ha enfrentando guerras y conflictos, por lo que el desarrollo de su economía ha sido muy bajo”, cuenta.

Restrepo estudió Atención para la primera infancia y ha realizado cursos de pedagogía, lo que la ha permitido enseñar en la cárcel donde está.

Y cuenta con orgullo que no solo le enseñó a leer a una compañera de celda que, además, era su alumna en alfabetización, sino que le pasó el hábito de la lectura.

Sus autores favoritos son Robin S. Sharma, Tony Anthony y Paulo Coelho, entre otros, pero su libro de cabecera es la Biblia y espera, al salir libre, reencontrarse con sus hijos y estudiar Teología.

No se olviden de que la lectura es la mejor compañía en tiempos de soledad

Y recomienda libros de cualquiera de ellos, para aprender que cuando “no encontramos o recibimos lo que esperamos, esto trae desánimo, tristeza, dolor, amargura y nos impide tener una actitud diferente. Y no se olviden de que la lectura es la mejor compañía en tiempos de soledad”.

La vida espiritual
La economista Juanita Ramírez, de 57 años, lleva 12 meses en una penitenciaría de Bogotá. “Y una vez se llega a este sitio, sin mucha actividad y donde hay que acostumbrarse a un nuevo estilo de vida con personas desconocidas, en espacios reducidos y hacinados, encontré en la biblioteca un lugar en el que pude desarrollar actividades y un ambiente de silencio y paz muy difícil de hallar donde todo se comunica a viva voz para que se oiga en los 4 pisos del patio donde me encuentro”, dice.

 

Juanita Ramírez, de 57 años, es una de las usuarias más frecuentes de la biblioteca de la cárcel donde está recluida. En ese espacio, dice, encuentra paz y silencio, y aprende.
Foto: Inpec

En la biblioteca, agrega, hay “todo tipo de tópicos, desde autoayuda, pasando por literatura universal, hasta literatura erótica”.

La menor de una familia de cuatro hermanos cuenta que se aficionó a la lectura cuando, a finales de los 60, una de sus hermanas “se suscribió al Círculo de Lectores y encontró apoyo en mi mamá, que nos cultivó el hábito de la lectura”.

Ella era niña, pero sus ganas de estar en charlas de adultos la llevaron a leer libros de Richard Bach (Juan Salvador Gaviota), así como El principito y títulos como Muchas vidas, muchos sabios, de Brian Weiss. “Desde pequeña busco lo que compartimos todos: encontrar la fuente de la felicidad”.

En su lista hay también autores como Paramahansa Yogananda, Wayne Dyer, Dalái Lama, Eckhart Tolle, Paulo Coelho y Krisnamurti. “Con ellos entendí que lo que estoy viviendo, esa falta de actividad que al principio me parecía muy difícil, es tiempo que me regalo para conocerme mejor”.

Para recomendar, dice que La escalera de los ángeles, de Alejandro Jodorowsky: “Muestra el momento en que él está desesperado y toma la decisión de seguir un camino espiritual”.

Ingeniero y filósofo
Cuando llegó a la cárcel, Luis Antonio Tirana Llano decidió que tenía que hacer algo, y con la oferta de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad) encontró que no podía hacer una especialización en ingeniería, su carrera, pero sí escoger otra asignatura.

“Me decanté por la filosofía, materia con la que tuve un serio problema desde el colegio, por lo que decidí enfrentármele a partir de un borrón y cuenta nueva. Y me ayudó mucho la lectura de la colección de EL TIEMPO Descubrir la Filosofía, que a través de sus 50 tomos hace un fabuloso recorrido por la madre de todas las ciencias”, dice.

Me decanté por la filosofía, materia con la que tuve un serio problema desde el colegio, por lo que decidí enfrentármele a partir de un borrón y cuenta nueva.

Amante también de la novela histórica, siente que este tiempo en prisión le está enseñando a tomar su vida, que ha llevado muy rápidamente, entre trabajos desde niño para ayudar a su mamá –una maestra que tuvo que sacar adelante a sus hijos–, la dirección de empresas y la formación de una familia muy joven, de una manera más tranquila. Eso sí, no deja su actitud de ingeniero y lleva un registro pormenorizado, en una tabla especial, de los libros que lee.

Y de historia es la saga que recomienda leer: Los reyes malditos, de Maurice Druon.

 

¿Cómo ayudar a las bibliotecas de las cárceles?


Uno de los momentos más importantes de la campaña Enlíbrate fue la donación de más de 600 libros que hizo la poeta Maruja Vieira, ensayista, periodista y catedrática, quien con este aporte quiere “incentivar el hábito de la lectura en las personas privadas de la libertad, y encontrar en ellas nuevos lectores para los textos de su colección de autores colombianos y de varios países”, dijo el Ministerio de Cultura.

Por su parte, Bonilyn del Carmen Páez de la Cruz, subdirectora de Educación del Inpec, cuenta que esta entidad tiene un proceso de recepción de libros para las cárceles del país a través de subdirección.educación@inpec.gov.co. Agrega que en las 132 cárceles hay bibliotecas.

Las personas que deseen ayudar con libros nuevos o en buen estado pueden incluir de literatura (novela, cuento, poesía y ensayo), biografías, ciencias sociales (historia, geografía, economía, psicología), autoayuda, textos académicos de preparación para exámenes de Estado (lógica matemática, razonamiento abstracto, etc.), de oficios (carpintería, modistería, fotografía, peluquería, electrónica, etc.).

Hay 13.000 internos, usuarios permanentes de las bibliotecas, que los esperan.

FUENTE: EL TIEMPO