Peter Saville: «El diseño emociona más incluso que los músicos»

Peter Saville se sabe inmortal. Fundador de la legendaria discográfica Factory, responsable del diseño de algunas de las portadas más icónicas de la historia de la música, creció junto a los miembros de Joy Division (luego New Order), sobrevivió a las 24 Hour Party People del Manchester de finales de los 70 que refleja la película homónima de Michael Winterbottom, se hizo amigo de Brett Anderson (Suede) y Jarvis Cocker (Pulp) en los 90… Elegante y locuaz, en una azotea por el centro de Madrid, desbloquea su móvil y muestra una foto. «Mira lo que trajo a mi habitación el servicio del hotel». Es una botella de agua mineral, con el logo del disco Unknown pleasures de Joy Division, que él creó en 1979.

«Más de 40 años después esa imagen sobrevive. Para esa persona que la puso ahí debe de ser muy importante. Es el poder del diseño: llegar a emocionar a millones de personas, incluso más que los propios músicos. Los jóvenes que en 2022 llevan camisetas de Joy Division puede que nunca hayan escuchado Disorder o She’s lost control pero siguen capturados por esa imagen», reflexiona mientras saca el tercer cigarro de los últimos minutos.

 

‘Technique’, de New Order (1989).

Estos días, Saville recibe por su trayectoria el premio del Madrid Design Festival, una de las grandes citas internacionales del diseño organizada por La Fábrica. Su carrera está atravesada por esa época mítica en Factory Records y asociada a Manchester (llegó a ser nombrado el diseñador oficial de la ciudad por el Ayuntamiento), pese a que hace más de cuatro décadas que no vive allí. «Me fui a Londres en 1979 para vivir de algo que entonces no tenía nombre: la industria creativa. Me atraía ese aire cosmopolita que había visto en las revistas. Pasé un año por Los Ángeles, he vivido en París, Berlín es un lugar al que siempre regreso, amo Milán… aunque al final siempre vuelvo a Londres. ¿Pero sabes? Aún no sé si pasaré allí mis últimos días. La ciudad se volvió imposiblemente cara, no tengo casa propia, y ya es imposible comprar».

‘Unknown pleasures’, de Joy Division (1979).

Cuando cumplió 30 años decidió que no quería seguir en la industria de la música («en mi entorno empezaron a tener trabajos serios, de arquitecto, doctor o abogado, y yo me sentía infantil con mis discos») y se abrió a otros universos, como la moda, que siempre le fascinó. En 2013, por el 80º aniversario de Lacoste, hizo algo inaudito: «Me cargué el cocodrilo. Era lo único que me habían impuesto desde arriba: que no lo tocara, porque es la imagen de la marca. Y lo destrocé. Les dejé estupefactos hasta que uno de ellos empezó a aplaudir y el resto del consejo de administración siguió. ¿Y por qué no?, dijeron al fin».

 

‘This is hardcore’, de Pulp (1998).

Su visión se ha basado siempre en esa libertad feroz y a la contra. En huir de las reglas. «Ése fue el secreto del éxito de Factory: éramos un grupo de amigos [visionarios como el empresario Tony Wilson o el productor Martin Hannett] haciendo lo que les daba la gana. Nunca tomamos una decisión basada en el beneficio económico. Por eso un grupo como Joy Division que no sabía escribir singles y alguien como yo pudimos hacer lo que hicimos, porque nadie nos impuso nada».

Recuerda a Ian Curtis y se echa las manos a la cara, abre la boca para aspirar aire, parece recorrer con la mirada la imagen del mito que se ahorcó a los 23 años, en 1980. «La suya fue la última historia auténtica del pop. Muchos artistas han publicado cartas de amor suicidas, pero cuando él escribe Love will tear us apart, ¡no va de farol! Es una historia shakesperiana, nos está avisando de su tragedia».

 

‘Coming up’, de Suede (1996)

 

No era especialmente fan de su música («nunca he tenido ídolos, excepto Bryan Ferry por Roxy Music»), pero acabó teniendo buena relación con los miembros de New Order y con personajes célebres de la era del post-punk, la new wave y la ola siniestra como Andy McCluskey (OMD). «Todo el éxito de Factory viene a partir de la muerte de Ian Curtis. Fue entonces cuando llegó el dinero y se vendieron discos. De repente había detrás 50.000 seguidores; si no se hubiera suicidado, ¿quién sabe qué hubiera pasado?».

Preguntado sobre si haría la portada de alguno de los artistas que triunfan hoy, es tajante. «Colaboré con Kanye West [en Yeezus, de 2013, con una rompedora carátula transparente], pero ya no me interesa. Lo último que necesita el mundo es un diseño para un disco de Peter Saville. ¿Por qué demonios alguien de 20 años iba a interesarle lo que tenga que decir un señor de más de 60? No puedes comprender algo que no consumes, debes dedicarte a lo que te despierte la pasión en cada momento de tu vida».

FUENTE: EL PAÍS