Una biblioteca para rescatar a las mujeres escritoras de Colombia

En diferentes bibliotecas públicas del país se podrán encontrar 18 títulos escritos por mujeres colombianas que han sido ignorados u olvidados por la industria editorial. Paulatinamente, también se hará el lanzamiento comercial de once de estos libros, producidos por editoriales independientes. No se logró la venta de los 18, por diferencias en las negociaciones de derechos de autor.

La coordinación editorial del proyecto está a cargo de la escritora Pilar Quintana, quien explicó que las autoras que componen la biblioteca debían ser históricas de la literatura, y también estar descatalogadas, es decir, que sus obras no estuvieran disponibles en el circuito comercial, de ahí que no se incluya a Marvel Moreno, cuya obra completa fue editada recientemente por Alfaguara.

Sí hay nombres familiares como Francisca Josefa de Castillo, Soledad Acosta de Samper, Sofía Ospina de Navarro, Amira de la Rosa, Albalucía Ángel y María Mercedes Carranza.

Francisca Josefa de Castillo fue la primera mujer en firmar un libro con su nombre en Colombia, pero este solo salió publicado más de 70 años después de su muerte (1742), cuando lo publicó un familiar. Soledad Acosta de Samper fue la escritora más importante de Colombia y Latinoamérica a principios del siglo XX. Sofía Ospina de Navarro aparece con una antología de sus textos periodísticos, incluida la columna que publicó cuando se le dio el voto a la mujer. Amira de la Rosa aparece como dramaturga, lo más importante de su producción, aunque es más conocida por haber escrito el himno de Barranquilla. Albalucía Ángel figura con un libro de cuentos, un género cada vez más difícil de mercadear y María Mercedes Carranza aparece con una antología hecha por su hija Melibea, quien identifica en la obra de su madre, su lucha con la salud mental.

Aunque todas hacen parte del canon de la literatura colombiana, no siempre es fácil encontrar sus firmas en las librerías, mucho menos en las bibliotecas personales o los programas escolares del país.

Reivindicar las letras

Por ejemplo, para Quintana, es mucho más valioso que se estudie un referente como Acosta de Samper y Una holandesa en América (1888), que María (1867) de Jorge Isaac. “A nosotros nos acostumbraron a que María era el modelo de la mujer, creo que a mí en el colegio me hubiera servido mucho leer Una holandesa en América y ver el modelo de mujer que propone Soledad Acosta de Samper, que es una mujer rebelde, cuyo fin último no es el matrimonio ni el amor, es una mujer lectora. Efraín se enorgullece de que María no haya leído ni un solo libro”.

Quintana también habla de la falta de referentes para los más jóvenes, que muchas veces heredan el prejuicio de que la literatura escrita por mujeres y los temas que les preocupan son un asunto menor.

“Cuando estaba en la universidad era como si en Colombia jamás hubiera habido autoras y leía solo hombres, creo que a mí en algún momento me acomplejaba ser una escritora mujer, temía que fueran a decir que yo escribía literatura femenina o de temas femeninos, porque lo femenino estaba desvalorizado, se asociaba la literatura femenina como un apéndice de la verdadera literatura, era una literatura menor y creo que si hubiera leído estas señoras se me hubiera quitado la pendejada más temprano”, explica.

Ya es cada vez más claro que los temas “femeninos” como la maternidad también tienen valor literario y no únicamente interés entre las congéneres. Que los dramas domésticos pueden tener un aporte estético y un interés general. Sin embargo, es claro por la Biblioteca que hay aportes de las mujeres en todos los géneros literarios, como la policiaca La mujer que sabía demasiado de Silvia Galvis o la ciencia ficción con crítica social de Helena Araujo en La m de las moscas.

La colección se esfuerza en incluir mujeres de distintas procedencias, como las chocoanas Teresa Martínez de Varela y Amalialú Posso Figueroa, la sanandresana Hazel Robinson Abrahams, y la indígena U’wa Berichá (Esperanza Aguablanca). Todos los títulos con prólogos de académicas que se han dedicado al estudio de las obras, para guiar al lector.

Está por definir cómo será la distribución de los ejemplares en formato digital.

 

FUENTE: EL COLOMBIANO