Luis Scafati, un ‘punk’ del dibujo suramericano

Ha dibujado los personajes de Kafka, Allan Poe, George Wells, y escribió una versión de ‘Drácula’ inspirado en la original de Bram Stoker. El ilustrador argentino habla del repertorio de sus dibujos: el humor, la angustia y el tiempo.

Luis Scafati tiene la mala costumbre de no fechar sus dibujos. “Qué sé yo, porque me olvido”, dice. Los que hizo para ‘Drácula’, por ejemplo, pueden tener quince años, asegura con un dejo de desconfianza notable hacia el tiempo, a través de la línea telefónica. El tiempo es algo que atraviesa insospechadamente los dibujos de Scafati en forma de paciencia, “una paciencia de zen”.

Argentino, de Mendoza, Scafati dice que, además, el tiempo pasa tan rápido que le angustia ponerle un número.

Esa angustia es perceptible en sus dibujos, algunos de ellos de sus primeros años como ilustrador entre las décadas del 60 y el 80, un período atravesado por la dictadura militar de Jorge Rafael Videla.

Durante esos años, Scafati dibujaba en Buenos Aires y firmaba sus dibujos como ‘Fati’ en revistas argentinas. Una de ellas, la revista ‘Humor’, era considerada un foco de expresión democrática en medio de la dictadura.

Justo en el cierre de ese duro periodo de la historia Argentina, en 1981, Scafati ganó el ‘Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de Dibujo’, el reconocimiento cúspide que puede alcanzar un dibujante en ese país del sur del continente. Desde entonces sus dibujos han llegado a exposiciones en el sur de América hasta en Corea.

Como si fueran un agujero negro atrayente, es difícil pasar por por los dibujos de Scafati sin un doble parpadeo. “Esas son cosas a veces difusas de la vida, no es una fórmula. Nada lo es”, asegura el ilustrador mendocino, nacido en 1947, sobre la consistencia que ha logrado su dibujo luego de cinco décadas de carrera.

Algunos artistas se encierran en una torre de marfil. Por eso vivo jodiendo con eso del “punk jubilado”, porque me siento una especie de marginal dentro de todo eso

Aunque rehuye el tiempo, su obra ha marcado uno; al menos para quienes han encontrado en sus libros la atemporalidad. Estos han pasado por ferias editoriales de decenas de países, incluyendo la Feria del Libro de Bogotá. Recuerda que para uno de los más conocidos, ‘La Metamorfosis’, tenía listos los dibujos incluso desde mucho antes que la editorial española Libros del Zorro Rojo le ofreciera ilustrarlo.

‘La Metamorfosis’, esa metáfora onírica que a él le gustó tanto y por medio de la cual se autoreferenció tanto como han hecho muchos en otras épocas y lugares.

Una de las metáforas más fuertes de ‘La Metamorfosis’ es la del ‘bicho’ y en este tiempo de pandemia resulta que un día nos despertamos y éramos también como una especie de sociedad bicho…

(Risas) Sí. Es que es un libro cargado de metáforas, yo en particular vi lo que significa el universo de un artista en una familia de clase media. Un artista es una especie de bicho raro que prácticamente no encaja en nada de lo que son las propuestas que tiene la pequeña burguesía como objetivo de vida. Eso me gustó y lo autorreferencie un poco.

¿Usted es un poco como el artista bicho raro?

Siempre digo que el artista no es una cosa que se elige, es a pesar de uno mismo. No somos artistas porque elegimos ser artistas, el artista es una cosa bastante difícil de llevar en esta sociedad. Todo el mundo piensa que es al revés, que la pasás bomba porque prácticamente haces lo que te gusta y no, no, no es eso. Yo veo, por ejemplo, lo que estamos viviendo hoy, la gente con la pandemia, en esta especie de estar acuartelado, los artistas muchos de ellos están en situaciones económicas desesperantes, te diría la gente de teatro, que hace cine, los mismos pintores.

¿Cuál de esas dificultades le ha tocado a usted más profundamente?

Yo me acuerdo que tenía cierta facilidad para el dibujo desde siempre, ahora cuando quise entrar a trabajar en una agencia de publicidad como dibujante no pude encajar. Me decían, ‘mirá, vos dibujás muy bien, tenés mucha facilidad, pero tus dibujos son muy dramáticos’ (risas). O sea, a pesar mío, salía algo que no encajaba y eso te marca. La dificultad económica es una cosa embromada, es la primer cosa que hay que saltar, ademas después está todo el otro tema que implica la identidad, el mismo trabajo, para donde lo llevás, qué te expresa mejor, dónde estás más cómodo, hay tantísimos factores.

Tengo la idea de que usted se fue a vivir a un castillo durante los dos años en que dibujó ‘Drácula’. ¿Fue real esa experiencia de encierro?

(Risas) el castillo era una cosa imaginaria, pero sí es verdad que estuve encerrado bastante tiempo porque me había propuesto hacerlo, estaba entusiasmadísimo con eso y prácticamente me olvidé de todo. Había juntado dinero por otro lado que me permitió tomarme este tiempo, así que prácticamente me borré del planeta y estuve encerrado en un lugar que tenía mucho de castillo porque era una casa construida con piedra.

En esos dibujos hizo una interpretación del cuerpo y del erotismo que es muy vigente aún, sin rayar en lo pornográfico…

Es que yo siento que la pornografía primero es una palabra y yo veo mas pornográficos los noticieros de televisión, por ejemplo, que cuando matan a alguien pasan cincuenta veces el mismo momento, si es posible de ver como entra y sale del cuerpo la bala, y toda la sangre, para mí eso es pornografía. Mis dibujos son eróticos porque las parejas que están copulando lo están haciendo con amor, así que no me digan pornográfico (risas). La pornografía es otra cosa, es cuando vos estás especulando con algo para obtener un rédito morboso.


Dibujo con tinta, tempera y aerógrafo sobre papel hecho por Scafati para una edición de ‘La Metamorfosis’, publicada por Libros del Zorro Rojo.
Foto: Cortesía de Luis Scafati.

 

Hizo las ilustraciones para una edición de ‘Las Venas Abiertas de América Latina’, ¿qué fue lo que más lo marcó de ese trabajo?

Lo primero fue una sorpresa terrible, porque yo lo había leído cuando tenía veinte años, o sea, cuando recién salió el libro, era un pibe. Hay lecturas que pasado mucho tiempo vos decís, ‘no, esto ya pude haber cambiado, no pudo haber sido tan bueno’. Me ha pasado con muchos escritores y libros que leí cuando era muy joven, pero con esto no. Fue todo al revés, porque ‘Las venas Abiertas’ tiene hoy más vigencia que la que tenía cuando salió, es algo increíble. Fue una hermosa experiencia porque se hizo en fascículos en un diario. Semanalmente salía una parte del libro con tres dibujos. Para mí fue muy importante poder llegar a una cosa masiva con esa publicación, y también fue el hecho de que pude trabajar con color gráficamente, cosa que no se me ha dado mucho.

Ha hablado en otras entrevistas de que dibuja con la paciencia de un zen, pero sus dibujos transmiten más bien vértigo, es un poco contradictorio.

(Risas) sí, parece contradictorio, pero con la paciencia del zen me refiero a que trabajo con uno de mis instrumentos, además de las plumas, de la tinta, de las acuarelas, de todo lo que uso, que es el tiempo. El tiempo es una cosa importantísima porque a veces un dibujo no me lleva diez minutos, sino que me lleva tres, cuatro días porque lo planteó y luego lo dejó al costado, y solo me va sugiriendo eso, por eso digo la paciencia del zen. Ahora, sí tiene una cosa puede ser de violencia y de gestual pero no es una cosa que salió así de repente, solamente en un rato, no. Esa paciencia para mí es muy importante y siempre le he recomendado muchísimo a mis alumnos en talleres que se den tiempo para las cosas, ahora parece que no hay tiempo para nada (risas). El tiempo es algo de lo quiero ya, ya, ya; es una consigna. Y eso te lleva a ningún lugar. Vos tenés que hacer las cosas con tu tiempo, puede ser muy rápido o muy lento pero tenés que descubrir cuál es.

Pasa lo mismo con la escritura…

Yo me acuerdo siempre de Maryarit Yourcenar, de ‘Memorias de Adriano’. Ella cuenta que encontró ese manuscrito y empezó a leer y decía ‘¡esto está muy bueno!’ Hasta que se dió cuenta de que lo había escrito ella hacía años (risas). Y a partir de ahí empezó de nuevo a trabajarlo, ¡eso es buenísimo! Cuando vos dejás una cosa un tiempo, tu yo, tu ego, queda al costado y podés ver lo que has hecho. Porque a veces el ego el que no te deja ver las cosas. Estas más en la calentura de lo que va apareciendo. ‘Uy, esa mano me costó muchísimo dibujarla, o ese ojo’… y, no, después ya te olvidás de que te costó, de que no te costó, y estas viendo la imagen. Y eso es lo que vale: la imagen.

¿Qué piensa de las técnicas digitales de dibujo?

Yo siento que todo lo que es digital es un instrumento poderoso, pero muy poderoso, entonces es muy difícil manejarlo; finalmente eso te impone una cosa del instrumento. Mientras que un carbón, un lápiz, una pluma con tinta, en su modestia, vos podés estar en relación más concreta con eso y, de alguna manera, ser quien dictamina hacia donde llevás el instrumento y no al revés. Hay un inglés, David Hockney, que me gusta mucho, ha trabajado mucho con herramientas digitales y lo hace muy bien, pero también me gusta mucho cuando hace un dibujo con tinta, o cuando pinta con óleo. En su caso no es importante el medio que utiliza. Y yo veo que para muchos, sobre todo jóvenes, es importante porque claro saltás, te ahorrás tiempo de aprendizaje, pero ese tiempo de aprendizaje a la larga te pasa factura.

Tiene que ver con el tiempo, solo que no en la paciencia sino en la evasión…

Es que siempre ha sido así, esto no es solo por el tema digital. Yo lo viví como estudiante en Bellas Artes. Todos queremos saltar y buscar atajos, lamentablemente uno de los aprendizajes que hacés es que no hay atajos, para nada hay atajos. Puede ser si tocas un instrumento, si escribís poesía o literatura, si hacés cine, no hay atajos. Vos fijáte en los artistas que te interesan y te das cuenta que fueron caminos de principio a fin. Fueron caminos muchas veces con lugares confusos donde se perdía, muchas veces les costaba encontrarse, o sea, el trabajo es una cosa muy importante para poder encontrar el lugar, que salga eso que querés expresar.

Estamos en una era en la que hay muchos personajes políticos que podrían interpretarse a través del dibujo. ¿A cuáles de esos les ve más potencial?

(Risas) mirá, hay algunos que ya son dibujos. Yo por ejemplo veo a Bolsonaro, ya es un dibujo. O a Trump, al ‘man’ lo puedo hacer con los ojos cerrados, te digo (risas). De alguna manera son una especie de algo más allá del tipo de la persona. Ellos: Trump, Bolsonaro, Jeanine Añez, son para mí esencia de algo, en su brutalidad, en la manera tan simple de cómo los ves vestidos, como se peinan, todo. Son dibujos hechos, es muy difícil superarlos (risas). Además es muy gracioso, el otro día veía, todos ellos hay un momento en que recurren a la biblia. Salen fotografiados con una biblia. Desde la biblia inmensa que llevaba Añez en Bolivia, después Bolsonaro y ahora ¡Trump! Cruzó la calle, primero limpió con los milicos, limpió todo, después cruzó la calle, agarró la biblia y se sacó la foto. Decíme si no es gracioso, cómo superar eso.

Tiene en su perfil de Instagram que es un “punk jubilado”, ¿cómo es eso?

Me provoca mucha gracia a veces la actitud de algunos artistas que se encierran en una especie de torre de marfil y te hablan desde una distancia… Sobre todo los artistas plásticos, es como que estás hablando con el secretario de dios casi. Y por eso vivo jodiendo constantemente con eso del “punk jubilado”, porque en últimas me siento una especie de punk, de marginal dentro de todo eso. Lo que yo hago, y la ilustración, no muchos años atrás, cuando yo era estudiante, era una cosa mal mirada. Vos eras un ilustrador y eso ya era peyorativo. Quien hacía ilustración lo hacía porque quería ganar dinero. Ya esto era malo. Te aseguro que alguien que son voraces son los artistas plásticos en su mayoría. Yo me siento en otra vereda.

Entonces no es un ‘punk’ jubilado sino en ejercicio

(Risas) sí. Cuando vos amás algo y te gusta hacerlo no creo que eso se termine. A mí me cuesta pensar que voy a dejar de dibujar, me cuesta muchísimo. Primero porque siento que hay un montón de cosas que recién estoy comprendiendo de mi dibujo y quiero experimentar eso. Me ha llevado mucho tiempo, tal vez he sido un poco lerdo en aprender. Tengo la edad de la jubilación, pero la edad son números. Es un número que te atormenta toda la vida. Porque cuando sos chico querés tener catorce; a los catorce ya querés tener veinte; a los veinte querés tener veintisiete; a los treinta ya querés tener veintiséis (risas). Entonces habría que borrar esos números y empezar a vivir de otra manera, más intensamente.

 

FUENTE: EL TIEMPO